Ayer hablaba con un amigo gestor patrimonial de un banco nacional, y me decía que cuándo leyó la noticia que China construyó un macro hospital en 10 días a principios del pasado mes de febrero, entendió que la crisis del coronavirus podía ser seria, y redujo fuertemente su posición de renta variable en su cartera. "No esperaba que desatara la crisis mundial que estamos viendo, pero sí creía que los inversores se estaban tomando con una indiferencia insensata lo que estaba sucediendo en China", me comentaba. Bien, pues a día de hoy hay que decir que acertó de pleno. De los pocos que lo hicieron.
El economista Guillermo Barba para ilustrar la afirmación anterior recuerda la afirmación en junio de 2017 de la antigua presidenta de la Fed, Janet Yellen, señalando que no creía que volviéramos a ver una crisis financiera como la que habíamos sufrido recientemente. Bueno, acertó en parte, porque esta crisis no es comparable con las anteriores por su enorme magnitud. Barba añade:
Menos de tres años después, la directora gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI), Kristalina Georgieva, dijo la semana pasada que la economía mundial entró en recesión debido a los efectos de la pandemia de Covid-19, y que podría ser “tan mala o peor que en 2009”.
Será mucho peor. No hay duda.
El ciclo económico de auge-crisis-auge-crisis, es provocado por la intervención (manipulación) de las autoridades financieras y monetarias, que en su afán por el despilfarro expanden ad infinitum el endeudamiento. Cuando el ciclo creciente de préstamos comienza a menguar, el hilo siempre se rompe por lo más delgado -los deudores de baja calidad-, lo que desata una reacción en cadena que va haciendo caer en quiebra a empresas, industrias completas y hasta gobiernos.
La falsa solución es siempre la misma: inyectar más deuda abaratando artificialmente las tasas de interés, rescatar empresas quebradas e irresponsables que se endeudaron hasta el cuello, y “estimular” la economía a través de la expansión del gasto público. (Justo lo que está sucediendo en estos momentos).
El problema es que de fondo, la enfermedad económica del exceso de deuda no se corrige. Los datos hablan por sí solos. La deuda global a inicios de siglo era de 85 millones de mdd, y en 2008 -año de la crisis-, llegó a 173 millones de mdd.
Sin embargo, según cifras del Instituto de Finanzas Internacionales (IIF, por sus siglas en inglés), al cierre del tercer trimestre de 2019 el endeudamiento global alcanzó los 253 millones de millones de dólares (trillion, en inglés), y con a crisis de coronavirus, en 2020 el crecimiento de la deuda global será exponencial. ¡Por eso las crisis son más fuertes cada vez!
Si la base del crecimiento económico mundial fuera el ahorro, y no el crédito, el ciclo económico podría eliminarse. Es posible crecer sin crisis, pero para eso, es indispensable un sistema monetario sólido, honesto y fundado en la disciplina del ahorro. Eso implica siempre que los gastos totales sean siempre MENORES a los ingresos, y no al revés.
El ahorro puede y debe crecer de manera constante, porque es necesario reponer el capital que se va desgastando. A diferencia de la deuda, el ahorro SÍ se puede acumular de forma continua.
No es lo mismo ahorro que crédito, ni expansión de deuda que acumulación de capital.
Es cierto que, como dice Barba, la receta típica para salir de las recesiones es el aumento descontrolado de la deuda pública. Esto es lo que sucederá en España y Europa. Pero esta medida corto placista, y en estos momentos inevitable, tiene efectos muy nocivos en la economía si no se revierte con firmeza en época de bonanza económica. Es una lección que la historia nos muestra episodio tras episodio, pero que algunos de nuestros políticos se niegan a aprender.
La actividad económica en nuestro país se ha detenido. Sin la ayuda estatal gran parte de nuestro tejido empresarial desaparecería. Es necesario por tanto ese compromiso. Hay no hay cuestionamiento. Será en la época de normalización, que llegará tarde o temprano, cuando habrá que decidir entre seguir políticas de elevados déficit y alto endeudamiento, o de control presupuestario. Europa lo tiene claro.