La reciente publicación por parte de la OCDE de su estadística anual acerca de la cuña fiscal sobre los salarios ha llevado a la mayoría de medios de comunicación a titular que España es el país que más ha recortado los impuestos sobre el trabajo en el año 2015. La información debe ser matizada porque si nuestro país redujo el IRPF más que el resto fue, en esencia, porque durante los años anteriores lo incrementó también más que el resto. Sin embargo, las estadísticas de la cuña fiscal publicadas por la OCDE también nos permiten comparar la fiscalidad sobre los asalariados en nuestro país con uno de esos faros europeos que supuestamente inspiran las políticas públicas de todos nuestros partidos políticos: Dinamarca.
Por cuña fiscal entendemos la diferencia entre el coste laboral total de contratar a un trabajador y el salario neto que ese trabajador finalmente ingresa en su cuenta corriente: es decir, la cuña fiscal nos indica qué parte de nuestra retribución laboral nos es arrebatada por el Estado en concepto de cotizaciones sociales e IRPF. Aunque tiende a pensarse que Dinamarca es un Estado con una fiscal directa muy agresiva y progresiva sobre las rentas salariales, la realidad es que lo es en menor medida que España. En Dinamarca, las cotizaciones sociales son prácticamente inexistentes y, justo por liberar a los trabajadores de semejante losa tributaria, les imponen a sus asalariados un IRPF elevadísimo (tres veces superior como media al español); en cambio, en España, el IRPF es bastante inferior al danés pero las cotizaciones sociales son mucho mayores. En conjunto, el trabajador medio soporta impuestos directos más elevados en España que en Dinamarca (una cuña fiscal del 39,6% frente al 36,5%). Nótese, además, que en Dinamarca la fiscalidad no sólo es más baja para los trabajadores que cobran por debajo de la media, sino también para los que cobran por encima de la media.
Fuente: OCDE
Estas cuantiosas cuñas fiscales se traducen en una profunda mordida sobre los salarios españoles. El salario medio de España antes de cotizaciones sociales y de IRPF es de 51.348 dólares en paridad de poder adquisitivo (equivalente a 34.232 euros), pero éste queda reducido a 31.047 tras cotizaciones sociales e impuesto sobre la renta: es decir, el Estado español le roba directamente a cada trabajador una media de 20.000 dólares (13.200 euros). En Dinamarca, el salario medio antes de cotizaciones sociales e IRPF es de 54.473 dólares en paridad de poder adquisitivo, pero tras el sablazo gubernamental queda reducido a 34.619: esto es, el Estado danés le roba, como media, a cada trabajador 19.850 dólares. A su vez, a los trabajadores que cobran un 33% inferior a la media, el Estado español les arrebata 12.400 dólares (el dánes, 13.500) y a los que ganan un 66% más que la media, 38.000 dólares (el danés 38.400). Y no olvidemos que estas cifras sólo se refieren a IRPF y cotizaciones sociales.
Fuente: OCDE
A buen seguro, tales datos sorprenderán a muchos lectores. ¿Cómo es posible que los trabajadores daneses sufran una menor mordida tributaria que los españoles y, en cambio, los ingresos fiscales del Estado danés sean quince puntos del PIB superiores a los de España (15 puntos del PIB es el equivalente a dos recaudaciones anuales de IRPF: algo más de 150.000 millones de euros)? La respuesta no se halla en que los ricos y las empresas paguen muchos más impuestos en Dinamarca (los impuestos sobre la riqueza en Dinamarca proporcionan menos ingresos que en España y el Impuesto de Sociedades sólo aporta seis décimas de PIB más).
Las auténticas razones que explican la mayor recaudación tributaria de Dinamarca frente a España son otras tres:
Una tasa de empleo mucho más alta: En Dinamarca, el 76% de las personas en edad de trabajar cuenta con un empleo; en España sólo el 60%. Si en nuestro país estuviera ocupado ese porcentaje de personas, habría cuatro millones adicionales de empleos. Dado que cada trabajador paga, como media, 13.200 euros en IRPF y cotizaciones sociales, esos nuevos empleos incrementarían la recaudación total en unos 53.000 millones de euros (más de cinco puntos del PIB). Ciertamente, los 53.000 millones no serían enteramente recaudación nueva (pues una parte de esos cuatro millones de empleos están hoy cobrando ayudas de desempleo y pagando algunos tributos sobre las mismas), pero sí práctica totalidad.
Unos tipos impositivos mucho más altos sobre las prestaciones sociales: En Dinamarca, las transferencias sociales (pensiones mínimas, ayudas de desempleo, becas…) están sometidas a una tributación media del 15,2%; en España, a una del 5%. Dado que en España las transferencias sociales ascienden a unos 270.000 millones de euros, triplicar los impuestos que cobramos a pensionistas, desempleados, estudiantes o dependientes (para equipararnos con Dinamarca) reportaría unos ingresos adicionales de más de 27.000 millones de euros (alrededor del 2,5% del PIB).
Una fiscalidad indirecta mucho más agresiva: Dinamarca sufre un tipo único del IVA del 25% y algunos de los impuestos especiales —como el de electricidad— más altos del mundo. Como resultado, la recaudación por impuestos indirectos en Dinamarca es del 16,9% del PIB (de los cuales, 9,6 puntos son por IVA), mientras que en España es del 11,1% (de los cuales 5,9 puntos son por IVA). La diferencia, pues, es de 5,8 puntos del PIB: alrededor de 60.000 millones de euros.
Por consiguiente, ¿cómo es posible que Dinamarca recaude el equivalente a 150.000 millones de euros más que España si sus trabajadores pagan impuestos algo menores? En esencia, por tres motivos: unos 50.000 millones de euros proceden de su mayor volumen de empleo; unos 60.000 millones de euros de su mayor fiscalidad indirecta; y casi 30.000 millones de euros de la mayor tributación de las transferencias sociales.
Cuando muchos proponen imitar el sistema tributario de Dinamarca, deberían tener cuidado con lo que están deseado: no más impuestos directos sobre las rentas más altas (al contrario: algo menos), sino muchos más impuestos indirectos y mucha mayor fiscalidad sobre las ayudas estatales. No pagarían más impuestos los ricos, sino las rentas medias y bajas. El ejemplar Estado de Bienestar.