Una de las mayores lacras históricas de la economía española ha sido el desempleo: entre 1980 y 2015, la tasa de paro ha promediado el 17%… el porcentaje más elevado de toda la Eurozona. Nuestra desastrosa legislación laboral es la principal responsable de que, durante las contracciones del PIB, destruyamos muchos más puestos de trabajo que cualquier otro país de nuestro entorno: la rigidez a la baja de los salarios unida a los elevados costes del despido en los contratos indefinidos provocan una exacerbación de la destrucción de empleo (especialmente del temporal). Así las cosas, en 1985, España alcanzó una tasa de paro del 21%; en 1994, una del 24%; y en 2013, del 26%.
Por fortuna, y como ya sucediera en anteriores etapas de expansión, la recuperación económica va de la mano de un intenso ritmo de creación de nuevos puestos de trabajo. De ahí que, desde 2014, la tasa de paro se haya reducido del 25,7% al 20,9%. En este caso, sin embargo, no sólo el crecimiento ha contribuido a impulsar el empleo: la reforma laboral de 2012 es corresponsable de la revigorización del mercado de trabajo español. No en vano, la Fundación de Estudios de Economía Aplicada ha estimado que un tercio de todo el empleo generado desde entonces se debe a la muy tímida liberalización que supuso esta reforma: la flexibilización del despido permitió que muchas pequeñas empresas sobrevivieran durante los críticos años de la recesión; y, a su vez, la descentralización de la negociación colectiva ha facilitado que las condiciones de cada puesto de trabajo se ajusten a la situación real de cada empresa.
Por desgracia, los buenos resultados de la reforma no están incentivando a las diferentes formaciones políticas a reclamar una mayor liberalización de nuestro todavía atenazado mercado laboral: al contrario, PSOE y Ciudadanos —no digamos ya Podemos— están proponiendo elevar el coste del despido y, a su vez, recentralizar la negociación colectiva. No: la solución a ese mal endémico de España que es el paro no pasa por dar marcha atrás y restablecer el marco laboral que consolidó la tasa de desempleo más alta de la Eurozona en las últimas tres décadas, sino por abandonarlo enteramente. Liberalizar, no hiperregular.