España incumplió su objetivo de déficit en 2015: lejos de cerrar el año con un descuadre entre ingresos y gastos de 45.500 millones de euros, nuestro sector público dilapidó 54.000 millones de euros más de lo recaudado. La reacción del PP ante tamaño desajuste no ha sido la de prometer una mayor austeridad por el lado del gasto público para así garantizar que en 2016 no habrá desviación alguna con respecto al déficit comprometido de 31.000 millones de euros. No: tanto Cristóbal Montoro como Luis de Guindos se han lanzado a defender una renegociación del déficit con Bruselas para que se les permita incurrir este año en un desequilibrio presupuestario de 40.000 millones de euros. La razón, argumentan, es que un excesivo recorte de los desembolsos públicos afectaría negativamente al crecimiento económico previsto para los próximos trimestres.
Al proponer una renegociación del déficit con Bruselas, Montoro y De Guindos no sólo están apostando por endeudar a los españoles en 10.000 millones de euros más de lo inicialmente previsto, sino que están rearmando argumentalmente la irresponsabilidad fiscal de Podemos. Al cabo, lo que la formación morada siempre ha sostenido es que resulta imprescindible establecer una nueva senda de reducción del déficit para que el Estado español pueda “estimular” la economía mediante aumentos abracadabrantes del gasto público. Si, como dice Podemos, más déficit para aumentar el gasto es algo bueno, entonces menos gasto para reducir el déficit será por necesidad algo malo. Y este último es justo el mensaje al que han recurrido Montoro y De Guindos para justificar su indisciplina fiscal en 2016.
Semejante podemización del PP no ha pasado desapercibida dentro de las propias filas de Podemos. Su secretario de Economía, Nacho Álvarez, escribió recientemente que: “Cuando Podemos planteó retrasar el objetivo de déficit dos años se nos llamó irresponsables. Es lo que ahora acuerdan el Gobierno y Bruselas”. Obvia considerar el profesor Álvarez la mucho más razonable posibilidad de que tanto Podemos como el PP sean irresponsables por querer retrasar el objetivo de déficit, es decir, por querer endeudar durante mucho más tiempo a los españoles para sufragar una improductiva orgía de gasto público; acierta, en todo caso, al constatar que el PP ha interiorizado con su negligente gestión hacendística la tan irresponsable filosofía económica de Podemos.
Por supuesto, el partido de Pablo Iglesias continúa ambicionando una expansión del gasto público y de los impuestos muy superior a la que, al menos oficialmente, propugna el PP: cuanto más estatista se vuelva el PP, tanto más lo hará Podemos. Pero la cuestión de fondo es que ni uno ni otro proponen reducir el peso del Estado sobre nuestras vidas: los dos aspiran a mantenerlo o a incrementarlo en el largo plazo y los dos temen que reducirlo sea netamente contractivo en el corto plazo. Frente al populismo estatista de ambos, la alternativa política que representa el liberalismo resulta hoy tanto más pertinente: menos gasto, menos déficit y menos impuestos. Ése es el camino hacia una sociedad más próspera y libre que ni PP ni Podemos quieren recorrer.