El gran filósofo liberal Robert Nozick dejó escrito en su célebre libro “Anarquía, Estado y utopía” que “los impuestos sobre las rentas del trabajo son equivalentes al trabajo forzoso”. Si un esclavo es aquella persona trabaja coercitivamente para otra, ¿cómo eludir que cuando el Estado nos arrebata por la fuerza parte de nuestras rentas del trabajo (impuesto sobre la renta) nos está tratando como sus esclavos a tiempo parcial? ¿Cómo ignorar la relación de servidumbre forzosa que existe entre el Estado y sus subyugados contribuyentes?
Puede que en España tan desoladores paralelismos no merezcan reacción alguna: al contrario, son muchos los políticos y ciudadanos que reclaman incrementos aún más agresivos de la tributación en una desacomplejada reedición de ese tan castizo lema nacional del ¡viva las caenas! Pero en otras partes del globo todavía se toman algo en serio el respeto escrupuloso a las libertades personales. Así, dentro de Estados Unidos, hay siete estados en lo que no existe tramo estatal del impuesto sobre la renta (ni sobre los salarios ni sobre las rentas derivadas del ahorro de esos salarios): a saber, Alaska, Florida, Nevada, Dakota del Sur, Texas, Washington y Wyoming. A tan honroso listado se les unirá en breve el estado de Tennessee: su gobernador, Bill Haslam, ya ha conseguido eliminar el impuesto sobre la muerte (Sucesiones y Donaciones), ha rebajado el IVA y ahora ambiciona suprimir el gravamen estatal sobre las rentas del capital (las rentas del trabajo nunca han tributado). Es verdad que los ciudadanos de todas esas regiones siguen padeciendo el impuesto federal sobre la renta, pero incluso éste es una gabela mucho menos extractiva que la de nuestro país: por ejemplo, las rentas de entre 20.000 y 35.000 euros soportan en España un tipo marginal en el IRPF del 30%… en EEUU, del 15%; a su vez, las rentas entre 60.000 y 85.000 euros sufren aquí un tipo marginal del 45%… en EEUU, del 25%.
Sería bueno, pues, que España aprendiera dos importantes lecciones de la primera economía mundial: una, que bajar impuestos —hasta el punto de eliminarlos— es posible; la otra, que un marco institucional caracterizado por la competencia fiscal entre administraciones contribuye a que las comunidades más respetuosas con las libertades personales puedan diferenciarse del resto bajándolos. Copiemos a Tennessee y digamos ‘no al IRPF’. No a la servidumbre fiscal.