El Banco Central Europeo acaba de anunciar que dejará de imprimir nuevos billetes de 500 euros. Se trata del primer paso hacia la progresiva eliminación de esta unidad monetaria, presuntamente dirigida a combatir el blanqueo de capitales y la economía sumergida. Sorprende, sin embargo, el súbito interés del banco central por luchar contra unos problemas que llevan décadas instalados entre nosotros. ¿A qué se debe semejante preocupación repentina? Pues a nada relacionado con la versión oficial, sino a un novedoso fenómeno que se ha generalizado en Europa durante los últimos meses: los tipos de interés negativos.
En la actualidad, los bancos privados que mantienen sus cuentas corrientes en el BCE están obligados a pagarle un interés anual del -0,40% sobre sus saldos de caja. Las pérdidas del sistema financiero directamente derivadas de estas tasas negativas superarán los 5.000 millones de euros a lo largo del próximo año. Así las cosas, los bancos están harto interesados en poder repercutir a sus clientes este coste extraordinario que hoy están soportando en sus propias carnes. De hecho, en Japón —país que también soporta unos tipos de interés negativos—, dos entidades financieras ya han comenzado a cobrárselos a las grandes empresas: justo la antesala de empezar a imponérselos también a las familias. Y es aquí donde encaja la perversa lógica de retirar de la circulación los billetes de 500 euros: los ciudadanos sólo podemos resistirnos a los tipos de interés negativos contando con la opción de sacar el dinero del banco para guardarlo y administrarlo por nuestra cuenta. Es esa amenaza la que limita la capacidad de las entidades financieras para trasladarnos sus intereses negativos… pero cuanto más baja sea la denominación de los billetes, más costoso nos resulta atesorarlos fuera del sistema bancario.
De momento, la muerte lenta de los billetes de 500 euros afectará sólo a los grandes tenedores de efectivo (aquellos que están sufriendo los tipos de interés negativos en Japón): mas ya son muchos los economistas a ambos lados del Atlántico que abogan por eliminar todo el dinero en efectivo para así permitir que los tipos de interés negativos alcancen a la economía real. Dicen que de ese modo se estimulará la actividad y saldremos de la crisis: en realidad, sólo consolidaríamos un régimen financiero oligopolístico, extractivo y parasitario. No es el fraude lo que se busca erradicar suprimiendo los billetes de 500 euros, sino la independencia monetaria de los ciudadanos frente a la banca.