Los simpatizantes del Partido Popular gustan de afirmar que el PP es un partido serio, cabal e incluso —aguanten las risas— liberal, por mucho que en el cesto de sus dirigentes haya una manzana podrida llamada Cristóbal Montoro. Sobre el ministro de Hacienda suelen recaer todas las cornadas de quienes pretenden excusar los muchos y variados males del PP durante esta legislatura: fue Montoro quien se empeñó en multiplicar los impuestos, fue Montoro quien no ha cuadrado ni un solo año las cuentas del Reino, fue Montoro quien apenas recortó el gasto público.
Montoro es la perfecta víctima propiciatoria sobre la que descargar responsabilidades: es un tipo grisáceo, antipático y con petulancia de falsa grandeza. Un peón perfectamente sacrificable cuando llegue el momento. Pero, justo por eso, Montoro es lo que es: un peón y los peones no son responsables de la estrategia de todo el equipo. De hecho, el ministro de Hacienda no es la única manzana podrida dentro del PP: el PP es un partido podrido, repleto de partidarios de los sablazos fiscales, del endeudamiento estimulante y del Estado elefantiásico.
El último en así manifestarse ha sido el ministro de Asuntos Exteriores y eterno candidato a vicepresidente económico, José Manuel García-Margallo, quien ha manifestado en televisión que “nos hemos pasado cuatro pueblos con la austeridad”. Lo dice desde un Ejecutivo que ha incumplido los objetivos de déficit todos los años y que apenas ha contribuido a reducir el gasto público real por habitante (descontando los gastos financieros)… un 6% con respecto al pico de la burbuja inmobiliaria. Sí, el brutal recorte del gasto público que, de acuerdo con Margallo, está “matando la gallina de los huevos de oro” ha sido del 6% con respecto a 2007.
Pongámoslo en perspectiva para contemplar esta insoportable y asfixiante austeridad que, según el ministro de Exteriores, está hundiendo nuestra economía. En el siguiente gráfico pueden observar el gasto total de las Administraciones Públicas españolas descontando la inflación y los intereses de la deuda:
Fuente: Intervención General de la Administración del Estado
Y ahora compárenlo con este otro gráfico, el que representa la evolución de la deuda pública española:
¿Observan ustedes algún ejercicio de insoportable, insostenible y exagerada austeridad? Probablemente no: es más, probablemente observen todo lo contrario a la austeridad: a saber, una absoluta renuencia a recortar el gasto a cambio de hiperendeudar a los españoles. Pero Margallo sí la observa: esa es la vara de medir del gobierno de las cuentas claras, del gobierno que venía acabar con el déficit adelgazando el peso del Estado en nuestras vidas. Semejante nimiedad en el ajuste en el gasto público es a lo que atribuye ahora ese gobierno el estancamiento económico: no al pinchazo de la burbuja y a la lenta tarea de reconstrucción, no al sobreendeudamiento estatal que a punto estuvo de abocarnos a la quiebra, no a las hiperregulaciones que maniatan toda actividad empresarial salvo la de las élites oligárquicas afines al poder, no a la asfixia tributaria a la que nos ha sometido el propio PP, no a la corrupción institucionalizada que pervierte cualquier pretensión de transparencia y concurrencia administrativa. No, lo que está matando la gallina de los huevos de oro, aquello en lo que nos hemos “pasado cuatro pueblos”, es en el timidísimo ajuste del gasto público.
Bien, ninguna sorpresa: así piensa Margallo, así piensa Montoro y así piensan los dirigentes del PP. Justo lo mismo, por cierto, que Podemos. A la postre, el discurso de que España ha sido excesivamente austera, de que la austeridad ha terminado pasándonos factura y de que ha llegado el momento de rectificar y volver a multiplicar el gasto no es una margalladaoriginal de Margallo, sino del partido de Pablo Iglesias. Poco importa que ninguna de las tres premisas sea cierta: ni España ha sido austera (ajuste del 6% con respecto al pico de la burbuja), ni nos ha pasado factura la cuasi nula austeridad (España está creciendo), ni ha llegado el momento de incrementar el gasto (seguimos teniendo un déficit muy elevado y, en todo caso, habría llegado el momento de bajar impuestos). Da igual: con su discurso exagerando el ajuste y exigiendo un cambio de rumbo hacia una mayor hipertrofia estatal, Margallo está haciéndole media campaña electoral a Podemos. ¿Quién mejor que la formación morada para ejecutar aquellas políticas que siempre han defendido (acabar con el austericidio) y que son justo las contrarias que lo que el PP nos había vendido que debían implementarse (la austeridad)?
No es de extrañar, pues, que Alberto Garzón, muleta de Podemos en las próximas elecciones generales, haya agradecido la sinceridad del ministro, no sin antes redoblar la apuesta: “la austeridad no ha sido pasarse cuatro pueblo, ha sido un saqueo”. El saqueo para Garzón, como para Margallo el “pasarse cuatro pueblos”, es intentar equilibrar ingresos y gastos, no el haber sido el gobierno que más impuestos ha subido de nuestra historia o que más nos ha endeudado. Unos y otros piensan y actúan igual, sólo que con distintos grados de radicalidad: el PP nos asfixia a impuestos y a deuda, y Podemos cree que lo hace insuficientemente. Ése es el auténtico pensamiento único compartido por la casta estatólatra que nos gobierna y por la casta estatólatra que aspira a gobernarnos: expoliar a las clases medias para mayor gloria de la burocracia estatal.