Tsipras lo ha vuelto a hacer: el pasado domingo, el parlamento griego aprobó un nuevo paquete de ajustes consistente en recortar un 6% las pensiones medias de sus ciudadanos. En concreto, las pensiones complementarias van a reducirse entre 20 y 200 euros mensuales; a su vez, el complemento específico para las pensiones mínimas (el llamado EKAS), que añade entre 30 y 200 euros al mes a las pensiones más bajas, irá siendo progresivamente eliminado hasta desaparecer en 2019, consumando un tijeretazo medio a estos pensionistas del 35% de sus rentas; también se implanta un nuevo método para calcular las pensiones que afectará a los nuevos jubilados a partir de 2019 y que supondrá un mordisco en su pensión principal de entre el 10% y el 30%; y por último se endurece el acceso a las pensiones de viudedad y orfandad, con recortes que podrían equivaler al 40% de lo percibido actualmente. Pero la sangría no termina aquí: Tsipras también ha incrementado el impuesto sobre la renta (los ingresos entre 8.800 y 20.000 euros pagarán un 20%, entre 20.000 y 40.000 un 32%, y más allá de 40.000, el 42%), los impuestos especiales sobre el gas, café, tabaco o internet, y el IVA hasta el 24%. A su vez, ha extendido la congelación de oferta de empleo público (sólo puede contratarse a un funcionario por cada cinco que se jubilan) y, muy a su pesar, ha tenido que recortar en 100 millones de euros adicionales el gasto en defensa.
Así pues, el paladín de la dignidad helena, el “león que ha defendido a su gente, que ha dado la cara por Grecia” —tal como defendió Pablo Iglesias a Tsipras después de que éste cediera ante todas las exigencias de la Troika—, se ha convertido en uno de los mayores “austericidas” de Europa. Se dirá que no tuvo alternativa, que le obligaron a hacer lo que no quería: y, sin embargo, sí la tuvo. Tsipras podría haber sacado a Grecia del euro, tal como le reclamaba su ministro de Finanzas Yanis Varoufakis. Pero no quiso porque, en efecto, esa alternativa probablemente habría sido incluso peor que la actual. Mas justamente esa es la cuestión de fondo: la alternativa real al equilibrio presupuestario es salir del euro y padecer una profundad crisis cambiaria. Esa es la única alternativa real, tanto en Grecia… como en España: por mucho que el populismo nos engañe vendiéndonos lo contrario.