El 19 de mayo, la situación técnica del ciclo de 40 días del S&P 500 se presentaba como sigue: el ciclo se encontraba en su fase descendente; el precio había percutido contra el soporte localizado entre 2.043,97 y 2.023,14; y el suelo teórico (ST) previsto por la onda sinusoidal iba a cumplirse al día siguiente.
Por añadidura, disponíamos de la línea horizontal situada en 2.071,88, cuya rotura al alza activaría la señal de posible conclusión de la fase descendente del ciclo de 40 días.
Ese mismo día, el McClellan Oscillator había incurrido en sobreventa, lo cual garantizaba al menos un rebote.
No obstante, muchos analistas estaban obsesionados con el hombro-cabeza-hombro que dibujaba el S&P 500. Nosotros no le concedimos importancia. Cuando tantos ojos miran lo mismo, la teoría de la opinión contraria hace su agosto.
Huelga decir que el rebote, tal como habíamos previsto, aconteció al día siguiente, y la línea horizontal se desplazó hasta el nivel 2.060,61. En ese mismo momento, ofrecimos el que sería primer objetivo de subida de una hipotética fase ascendente (2067,79-2.083,22).
Un día después, el McClellan nos obsequió con un movimiento que nos avisaba de que el S&P 500 iba a ejecutar un desplazamiento significativo.
Al día siguiente, el S&P 500 hizo lo anticipado por el McClellan: se movió con brío, rompiendo al alza la línea horizontal situada en 2.060,61, y el ciclo ingresó oficialmente en su fase ascendente. En el acto, el índice estadounidense dio caza al primer objetivo de subida.
Objetivo que ayer fue triturado, merced a una nueva sesión alcista que se nos antojaba casi inevitable: la onda sinusoidal, que prevé el techo teórico (TT) para mañana, habilitaba la continuidad de las compras.
Por cierto, el desenlace alcista era asimismo previsibe atendiendo a la evolución de la Línea Avance-Descenso del NYSE, que sigue marcando máximos históricos; al patrón del año electoral y al del octavo año del mandato presidencial; y a la pauta estacional de mayo, que el S&P 500 está siguiendo con bastante fidelidad.