Parece que ya es un clamor el hecho de que el sistema español de pensiones esté quebrado, y que el llamado pacto intergeneracional no se va a poder producir. Algún partido político, como el PSOE, ya ha incorporado a su programa un nuevo impuesto para pagar las pensiones, aunque con poca o ninguna justificación técnica.
El modelo de reparto creado hace casi cien años e instaurado en la época franquista se basaba en que los españoles se jubilaban y unos pocos años después se morían, por lo que no había mucho que pagarles, al menos a ellos. Luego las viudas cobraban una pensión de viudedad, pero ya de menor importe, y tampoco vivían muchos años más. Con ese modelo hemos tirado hasta hace unos años.
Sin embargo, un fenómeno demográfico adicional se sumó en los años ochenta y noventa, que muy pocos tienen en cuenta a la hora de explicar, no lo que está pasando ahora, sino lo que pasará dentro de quince o veinte años. Este fenómeno no es otro que la incorporación de la mujer al mundo laboral después de que durante muchas décadas estuvieran recibiendo la denominada “dote franquista”, que percibían cuando se casaban para que dejaran su puesto de trabajo y se convirtieran en esposas y madres, y que duró hasta principios de los años ochenta.
En esas dos décadas, ocho millones de mujeres irrumpieron en el mercado laboral y consiguieron trabajo, en una etapa claramente expansiva de la hasta entonces atrasada economía española. El proceso se consolidó en las dos legislaturas de Aznar, y las mujeres avisaron de que venían para quedarse y de que lo de estar en casa con la pata quebrada se lo dejaban a otros (parece que ahora los “ninis” han asumido ese papel).
Pero el hecho importante es que hasta ahora, y salvo un porcentaje pequeño de personas, se jubilaba el hombre y recibía una pensión. Pero cuando se jubile esa generación que empezó a trabajar en los años ochenta y noventa, habrá que pagar dos pensiones a la mayoría de los hogares en lugar de una. Y lo que es más grave, esos ocho millones mujeres que están ahora trabajando son las que, con sus cotizaciones sociales, han estado pagando a los jubilados de los hogares “mono-laborales”. En resumen, durante los últimos treinta años, dos personas, hombre y mujer, trabajando, han estado pagando la jubilación de una persona, normalmente el hombre, que se jubilaba. En el futuro, las personas que trabajen tendrán que pagar la jubilación de dos personas en la mayoría de los hogares.
Por tanto, a la lista de los problemas que tiene el sistema de pensiones: incremento de la esperanza de vida (y con ello de las prestaciones), disminución drástica de los salarios (y con ello de las cotizaciones), elevado desempleo estructural (y con ello, ausencia de cotizaciones), disminución de la tasa de natalidad (y con ello, ausencia futura de cotizaciones), y agotamiento del fondo de reserva (no creo que quede nada más allá del año 2019); se une el problema del importante incremento del número de mujeres jubiladas a partir del año 2030, y que casi duplicarán el coste actual de las jubilaciones a pagar, al margen de que las mujeres españolas tienen una esperanza de vida seis o siete años superior a los hombres. A ello habrá que añadir que, dependiendo de los importes de las prestaciones, tanto el hombre como la mujer jubilados tendrán también derecho a una nueva pensión de viudedad en el caso de que su pareja fallezca, y que aunque será de menor importe, implicará que se seguirá pagando al menos 1,5 pensiones incluso después de que uno de los jubilados haya fallecido.
Se trata, pues, no de una tormenta perfecta, sino de un ciclón tropical de grado cinco “plus”, que se abate sobre nuestra piel de toro, sin que a nuestros insignes políticos se les ocurra hablar de ello, no vaya a ser que no se les vote. El Sr. Rajoy, con su habitual “tranquilos, que respetaremos el Pacto de Toledo”, elude hablar de lo que la aritmética más elemental indica, y que no es otra cosa de que no hay ni habrá dinero para pagar las pensiones en las próximas décadas, y sobre todo a partir del año 2030. El Sr. Sánchez, por su parte, se limita a decir que se creará un impuesto para pagar esas pensiones. Como si no tuviéramos ya suficientes impuestos, y además sin evaluar cuánto supondría este impuesto.
Hagamos unos números rápidos. En la actualidad el déficit del sistema de pensiones está en torno a los 15.000 millones de euros anuales, es decir, un 1,5% del PIB, y ello con 8,8 millones de pensionistas. En el año 2030, tendremos suerte si solo tenemos 14 millones de pensionistas (con el efecto de dobles jubilaciones de marido y mujer). Las previsiones del desfase de la Seguridad Social sin tener en cuenta este último efecto estaban, de acuerdo con un modelo econométrico, en torno al 2,5% del PIB para dicho año. Si añadimos el incremento del número de personas jubiladas a partir de entonces, llegaríamos hasta un 4% del PIB, es decir, unos 60.000 millones en equivalencia actual.
Los ingresos devengados por IRPF en el año 2014 fueron de 70.351 millones de euros, y los de IVA, de 56.948 millones. Lo que el PSOE propone es que se cree un nuevo impuesto que suponga recaudar casi tanto como el IRPF, o más que el IVA actual. Si tenemos en cuenta que más de la mitad de los españoles, concretamente los que ganan menos de 12.700 € al año, no tributan por IRPF, lo que se está pensando entonces es que este nuevo impuesto lo paguen las clases medias. Pues la respuesta en sencilla, salvo que se les expropie el 90% de su renta a las clases medias (no he leído el programa electoral de Podemos, pero todo es posible), no se podrá atender el pago de las pensiones de la Seguridad Social por la vía de impuestos. Sí, es cierto que podrán hacerlo en los primeros años, usando el Fondo de Reserva y complementándolo con su impuesto, pero desde luego no podrán hacerlo a partir del año 2030.
Así que, señores políticos, dejen de dedicarse al “y tú más”, y pongan encima de la mesa los verdaderos problemas que tenemos los españoles, que son muchos, debatan sobre ellos y busquen soluciones, porque éste no es un problema baladí, y nos puede dinamitar el pacto intergeneracional, haciendo saltar por los aires una de las bases de nuestro Estado del Bienestar. En fin, es como si fuéramos una familia numerosa, con todos los miembros en paro, se nos ha agotado la prestación de desempleo, no nos queda dinero en la cuenta, y encima… se le ocurre parir a la abuela.
Me imagino al Sr. Rajoy en el año 2030 en su Pontevedra natal, en una terraza, tomando unos pimientos de Padrón con una copa de Albariño con el resto de las fuerzas vivas, y diciendo “veis, si se me hubiera reelegido durante otras cuatro legislaturas, no habría pasado esto”.