Naturalmente, desde las propias autoridades chinas. Se ha repetido hasta la saciedad que China se enfrenta a un cambio en su modelo de crecimiento: de una economía apoyada en el sector secundario y demanda exterior a otra donde el sector servicios y el consumo interno sean los motores de crecimiento. Pero, esto plantea riesgos a corto plazo:
1. Menor crecimiento potencial con menor peso de la inversión
2. Menor crecimiento a corto plazo, considerando la débil recuperación económica internacional
Un menor ritmo de crecimiento en el futuro, amenazas a corto plazo. Pero, también un crecimiento más sostenible.
¿No lo consideran demasiado complicado? Dicen que los problemas, cualquier problema, si se analizan más a fondo puede incluso complicarse más.
En el caso de China está “complicación” adicional se deriva de la elevada deuda privada acumulada en el pasado, sobre una base económica excesivamente volcada en el crédito. De esta forma, cualquier conato de inestabilidad financiera internacional y/o desaceleración del crédito interno da lugar a nuevos debates e incertidumbre sobre el coste de los ajustes del País. Y cómo afectarán al resto del Mundo, partiendo de que la economía china sigue explicando más del 30 % del crecimiento mundial.
¿Qué recomienda el FMI? Valorar el escenario, calibrar la necesidad de tomar medidas y fijando estrategias.
¿Cuál es la situación concreta de la economía y mercados en China? De entrada, no se debe infravalorar el ajuste ya realizado. De hecho, el déficit exterior de China ha pasado de 10 % del PIB a un nivel cercano al 3 %; la salida de capitales (si consideramos la evolución de las reservas) se ha moderado de forma reciente (hasta un 10 % del promedio mensual un año atrás, considerando ahora caídas de reservas de 25 bn.$); el ajuste de la demanda interna también ha sido visible, cuando el consumo privado explicó durante el año pasado 2/3 del producto. Pero, donde no se ha avanzado en gran medida ha sido en el ajuste de la deuda privada. Incluso se podría decir que la situación ha empeorado en los últimos meses, con una renovada aceleración del crédito como forma de combatir la desaceleración económica internacional.
Las cifras totales de deuda ya las conocen, pero es la deuda empresarial (y más del 50 % de empresas públicas) la que genera más inquietud. Niveles cercanos al 145 % del PIB, por encima de la deuda de otros países emergentes y desarrollados. Naturalmente, siempre podremos decir que con crecimiento y unas condiciones financieras favorables los problemas de deuda no son tales. Pero, como dije al principio, hablamos de retos claros para el crecimiento y retos evidentes en términos de financiación. Sin olvidarnos del error que no se puede asumir al rechazar que muchas de las empresas públicas chinas deudoras simplemente no son viables. ¿Cuántas? Lo desconozco. Pero el FMI estima que, en su conjunto, el sector empresarial público chino apenas genera el 22 % del producto. Es la diferencia de 90/22 % entre deuda de estas compañías y el producto generado lo que produce más inquietud a nivel internacional.
¿Qué pasaría si una parte de esta deuda se reestructurase? De nuevo, el FMI bajo un escenario relativamente conservador estima que los bancos chinos tendrían que hacer frente a pérdidas equivalentes al 7 % del PIB.
¿Cómo proceder en esta situación? La recomendación del FMI es clara: tomar decisiones, llevarlas a cabo y cambiar la legislación/supervisión para que los errores (excesos) no se repitan. ¿Les suena todo esto? Son las típicas recomendaciones de los economistas. Pero, que la clase política suele valorar de forma relativa. Por el contrario, en demasiadas ocasiones se opta por la aproximación paso a paso y de forma que tenga un impacto negativo apenas perceptible a corto plazo. De nuevo, aplazar en el tiempo las medidas más drásticas mientras se espera que surja una buena oportunidad en el futuro para adoptarlas. Pero, mi experiencia me dice que esa oportunidad desde una perspectivas política nunca acaba por llegar.
Naturalmente, en el caso de las autoridades chinas será diferente. De hecho, debe serlo por el bien de todos.