Los mercados financieros suelen ser miedosos y tienden a sobrerreaccionar ante los acontecimientos más inmediatos. El gran inversor Warren Buffett suele decir que la bolsa es una máquina de votar a corto plazo pero una máquina de pesar en el largo plazo: es decir, a corto plazo se mueve por euforias y pánicos irracionales mientras que, a largo plazo, expresa con exquisita precisión el verdadero valor de fondo de los activos financieros cotizados.
Las fluctuaciones que estamos experimentando durante estos días a propósito del Brexit deben ser analizadas desde esta óptica: a corto plazo, el Brexit genera mucha incertidumbre institucional acerca de cuál va a ser el encaje de Reino Unido en Europa durante las próximas décadas. La cada vez más probable salida del país supone una ruptura sin precedentes con respecto a un megaEstado comunitario que se nos había venido imponiendo a todos los europeos desde hace medio siglo sin debate ni análisis crítico alguno. Evidentemente, el Brexit haría necesario replantear todo este proceso de integración, algo que añadiría más interrogantes al futuro político-institucional de Europa y, por tanto, desestabilizaría a los mercados financieros en el corto plazo.
Mas la cuestión verdaderamente relevante no es ésta, sino cuáles serán las consecuencias prácticas del Brexit. Si no las hay —si Reino Unido sale de la Unión Europea pero se reengancha mediante algún status similar al de Noruega o incluso al de Suiza— las consecuencias a largo plazo serán muy modestas: incluso podrían ser positivas en la medida en que Reino Unido aproveche su salida para liberalizar su economía al margen del yugo bruselense. Ahora bien, si el Brexit motiva la adopción de represalias ora por Europa ora por Reino Unido —barreras arancelarias, contingentes migratorios, rearme regulatorio, subidas de impuestos, etc.— entonces sí sufriremos consecuencias nefastas para el largo plazo.
De momento, las perspectivas a este último respcto no son del todo halagüeñas: los mentideros europeos ya están anunciando que Francia prepara un “Brexit sangriento” para disuadir a otros países de que sigan por el mismo camino; a su vez, el ministro de Economía inglés, George Osborne, ya ha amenazado a los ingleses con subidas de impuestos en caso de que se materialice la ruptura. Lejos de preocuparnos por lo que suceda en la bolsa durante las próximas semanas, deberíamos ocuparnos en que los políticos de uno y otro lado no aprovechen la coyuntura para recortar nuestras libertades: eso sí sería verdaderamente pauperizador en el largo plazo.