China deja caer una bomba que fue casi totalmente ignorada por los medios de comunicación en los Estados Unidos. El banco central de China ha decidido que “ya no está a favor de acumular reservas de divisas”. Durante el tercer trimestre de 2013, las reservas de divisas de China alcanzaron un valor de 3,66 trillones, la mayor parte dólares.
Muchos acudieron a la partida de póker del siglo, desde el norte y el sur, adinerados y humildes. Cada cual trajo aquello que sabía producir. A la entrada del recinto les canjearon las pertenencias. Cosechas, muebles, utensilios, minerales, tejidos, herramientas, ingeniosos inventos, todo cuanto puede imaginarse a cambio de fichas. Arriesgaban el fruto de su trabajo soñando enriquecerse.
Cuando todos los bienes fueron valorados y convertidos se sentaron a la mesa y comenzó la partida. Los jugadores apostaban con cautela esperando una buena mano, salvo un tipo que desde la primera jugada aventuró gran parte del capital disponible. Nadie le plantó cara y fue acumulando ganancias hasta que alguien recibió unas cartas inmejorables y aceptó el reto. El montón de fichas del sujeto codicioso descendió rápidamente.
Detrás de él, de pie, vigilaba un hombre con barba que irradiaba autoridad. Nadie se atrevió a abrir la boca, pero cada vez que el caudal de fichas del tipo nervioso descendía aquel sujeto se metía la mano en el bolsillo de la chaqueta y las reponía.
El ambiente acabó de enrarecerse cuando el sheriff fue retirando el 10% del haber de cada jugador para sufragar los gastos de la organización.
Tres horas después de iniciada la partida y a pesar de haber perdido una gran cantidad de manos, el protegido del tipo solemne tenía el 40% de todas las fichas sobre la mesa.
Uno de los participantes no aguantó más y se alzó enfurecido.
- ¿Quién organiza esto?
- Yo- contestó lacónico el hombre de la barba.
- ¿Y usted es…?
- Mi nombre es Ben, es cuanto debe saber- sentenció con tono gélido.
El jugador decidió calmarse y retomar su asiento cuando el dueño del local, el sheriff y el funcionario que certificaba la legalidad del evento se lo indicaron amablemente con un gesto orquestado de cabeza.
Recobrada la normalidad se giró con precaución hacia su compañero de mesa.
- ¿Y el tipo que apuesta quién es?
- No lo sé, escuché a alguien que le decía Morgan, pero otro antes le había llamado Sachs. Lo que sé es que tiene una fábrica.
-¿De qué?
- ¡Fichas!
Ahora apueste usted ¿cómo acabará la partida?