La muerte anunciada de la hucha de las pensiones ha sublevado a toda la izquierda patria: tanto PSOE como Podemos han denunciado el último y alevoso “hachazo” que Rajoy ha perpetrado contra los ahorros de todos los pensionistas españoles. Y, en efecto, el PP está fundiéndose el patrimonio de todos los pensionistas para así retrasar al máximo la adopción de cualquier tipo de medidas conducentes a subsanar el déficit estructural de la Seguridad Social (ya sea recortar las pensiones o incrementar los impuestos a los españoles). Imaginen a un niño irresponsable que sistemáticamente agota la paga semanal que le han asignado sus padres y que, en lugar de plantearse cómo regularizar su situación financiera (convencer a sus progenitores de que le paguen más o empezar a gastar menos), opta por mantener su tren de vida dilapidando a escondidas y sin consentimiento paterno el patrimonio familiar: ése es Rajoy.
Sucede, sin embargo, que las críticas de PSOE y de Podemos al fondo de reserva de la Seguridad Social atentan contra la que, se supone, constituye su filosofía última de organización del sistema de pensiones: a saber, el reparto intergeneracional. Cuando se aplauden las bondades de la “hucha” de las pensiones y cuando se rechaza su progresivo vaciamiento, lo que implícitamente se está reconociendo es que resulta positivo, necesario e inteligente contar con un fondo de ahorro para hacer frente al pago de las pensiones: un fondo que, si además está bien invertido, proporciona réditos adicionales a lo aportado. Es decir, lo que al final PSOE y Podemos están aplaudiendo cuando defienden el Fondo de Reserva de la Seguridad Social es un sistema de pensiones basado en el ahorro, la inversión y la acumulación patrimonial: esto es, un sistema de pensiones conocido como “modelo de capitalización”.
Pero llegados a este punto, todos deberían plantearse algo muy sencillo y evidente: ¿por qué la hucha que debe garantizar el futuro de nuestras pensiones ha de ser gestionada por políticos que, como estamos viendo, tienen todos los incentivos del mundo a despilfarrarla en su propio provecho electoral? ¿Por qué no permitimos que cada persona acumule su propia “hucha” de pensiones y que ésta sea administrada según sus propios intereses y necesidades, y no según los de la casta política y burocrática que nos aplasta? ¿Por qué PSOE y Podemos protestan por la fagotización pepera del Fondo de Reserva de la Seguridad Social pero, en cambio, se erigen en los principales opositores a cualquier transición hacia un sistema de fondos de reserva múltiples y descentralizados?
No, que nadie se crea que tal oposición a que todos disfrutemos de nuestra propia hucha responde a razones de solidaridad hacia aquellos que no tendrían ocasión de acumularla: hoy en día, ya vivimos en un sistema contributivo (“tanto contribuyes, tanto cobras de pensión”) y precisamente para remediar tales casos extremos existen las pensiones no contributivas (que serían del todo compatibles con un sistema de capitalización). Si PSOE y Podemos se oponen a avanzar hacia un sistema de huchas individuales en España al tiempo que critican al PP por sangrar la hucha común no es por solidaridad, sino por poder político: las pensiones públicas (ya sean de reparto o con fondos de reserva comunes) generan dependencia del Estado y de quienes viven del Estado. Es decir, dependencia de ellos. Al cargar contra el desbalije del Fondo de Reserva no están defendiendo nuestras habichuelas, sino las suyas.