Hace unos días un conocido me pidió opinión acerca de un “negocio” muy atractivo que prometía grandes ganancias con una baja inversión. Fui explícito: para mí, se trataba de una típica estafa piramidal. A decir verdad, nuestra charla me dejó un mal sabor de boca porque, a pesar de mi insistencia y explicaciones, creo que de cualquier manera va a ingresar a ella. Así pasa.
En los mercados financieros se sabe muy bien que son principalmente dos emociones las que los mueven: el miedo y la codicia.
Cuando alguna de ellas toma el control, no hay nada que haga entrar en razón a los inversores y es cuando llegan los pánicos o las euforias extremas.
En las estafas piramidales apelan a ese sentimiento de codicia con la mentira de que el negocio es “seguro” y de que las ganancias están “garantizadas”. No existe tal cosa.
En realidad, en estos esquemas se forman dos pirámides: la de incautos y la de ganancias.
La primera crece de arriba hacia abajo, por lo que su base se va haciendo cada vez más ancha conforme el número de sus miembros crece de manera exponencial. La segunda pirámide es invertida: la mayor parte de la ganancia se va hacia arriba y allí acumulan más conforme los incautos van ingresando su dinero. Afiliar a otras personas es requisito indispensable para poder cobrar.
Esa base creciente de miembros tiende a recibir menos ingresos cada vez hasta que llegan a cero, al agotarse los nuevos afiliados.
Ese momento es una certeza matemática sin importar cuánto se tarde en llegar, pues el universo de seres humanos es limitado –y aún más el de aquellos que está dispuesto a dejarse engañar- y la pirámide para sostenerse necesita seguir creciendo como es imposible que lo haga.
Aun así estas estafas tienen éxito exaltando la codicia y nublando la razón gracias a que sus miembros de capas superiores –que como vemos se llevan la tajada más grande del pastel- exhiben en todo momento sus extravagantes lujos y buena vida.
No es para menos. Las cuotas por ingresar a estos falsos negocios suelen ser muy elevadas, y dado el número exponencial de sus nuevas víctimas, el botín que se reparte es enorme. Por eso adoctrinan a los nuevos para resistir las voces de advertencia que les dirán que es una estafa, y para no dejar de perseguir “sus sueños”.
Por supuesto, los sacrificados son siempre los de las capas inferiores y medias, porque los últimos no recibirán utilidad alguna, y los de más arriba, suelen perder todo lo ganado en el papel dados los elevados estímulos a “reinvertirlo” (para no retirarlo, mientras los superiores se lo llevan, claro está).
Este mecanismo de fraude es el mismo en cada ocasión, pero víctimas nunca faltan. Ahora es peor porque con Internet, tienen alcance mundial y es más fácil burlar a las autoridades nacionales.
La esperanza de que “esta vez sí va a funcionar” llega porque los fraudes se disfrazan de formas novedosas con diferentes productos, y entre sus estrategias, incorporan a veces “voces autorizadas”, personajes famosos o respetados como aval para su engaño.
La línea que las separa de multiniveles legítimos es delgada pero clara: en un multinivel el dinero viene desde FUERA de la pirámide –por la auténtica venta recurrente de productos a clientes minoristas-, y NO desde dentro de la misma por ingresar nuevos socios.
De todos modos –y eso no lo suelen decir los multiniveles-, su crecimiento tarde o temprano también se detendrá por razones del límite natural a su expansión exponencial.
Una persona me dijo hace tiempo que, a sabiendas de que había entrado a una estafa piramidal, su plan era “retirarse a tiempo” con los bolsillos llenos antes del colapso. ¡Terrible!
Como ve, personas despreciables dispuestas a causar daño económico o de otro tipo las hay en todo momento. Cuídese de ellas, porque por desgracia con la elevada impunidad que vivimos, es probable que usted y miles o millones más lo pierdan todo, y los responsables, se salgan con la suya.