Basilea III fue la respuesta inicial de las autoridades en 2010 a muchas de las dudas surgidas en la Crisis sobre la solvencia de los bancos. En definitiva, centrarse en el nivel de capital (el numerador del ratio de solvencia) con niveles mínimos exigidos más elevados y de mayor calidad. ¿Demasiado simple? Es cierto: la nueva regulación va más allá de una única métrica en términos de capital a un conjunto de requerimientos pensados para que actúen de forma complementaria. Hablamos de un ratio de apalancamiento, dos ratios de liquidez, límites para las exposiciones al riesgo y recargos de capital macroprudenciales. ¿Suficiente? Las autoridades no parecen verlo así. El propio Gobernador aludía en una conferencia durante esta semana a las dudas sobre la metodología para medir el riesgo del activo.
Nos decía el Gobernador del Banco de España que a raíz de la Crisis se identificaron deficiencias en el marco de Basilea II relacionadas con la capacidad de los modelos internos (IRB) de los bancos europeos para medir correctamente los riesgos asumidos en su balance. Pero iba mucho más allá en sus comentarios: se han generado dudas, en algunos casos, sobre los ratios de capital ajustado a riesgo como medida de solvencia de las entidades. Y casi tan importante como la afirmación anterior, añadía Luis M. Linde, se puede cuestionar la utilidad de esta métrica para comparar la posición relativa de cada entidad. O grupo de entidades. Esto último lo añado yo.
¿Qué por qué le doy más importancia a esto último? Es muy sencillo: estamos en un escenario donde la generalización se ha convertido en algo habitual al hablar del los bancos. La desconfianza se contagia, haya o no razones reales. Precisamente uno de los argumentos detrás del fuerte aumento de la carga regulatoria (importante, compleja e inacabada) es pasar de un escenario de riesgo sistémico a otro específico. Otra cosa diferente es que todas estas normas con el objetivo de “prevenir y curar” se conviertan en un problema adicional para los bancos en términos de mayor desconfianza por parte de los inversores. Algo de este puede ya estar ocurriendo en los mercados financieros. La clave entonces es comunicar las diferencias. Y ser muy transparente al hacerlo.
Retomando el debate sobre la sensibilidad al riesgo, el Gobernador del Banco de España se inclinaba por preservar los modelos internos de valoración del riesgo en la medida que estos permitan una medición del riesgo creíble y consistente. En esta línea, abogaba por la posibilidad de establecer ciertos límites con el objetivo de reforzar la credibilidad y calidad de la regulación.
No voy a ir mucho más allá sobre este Tema. Pero sí me gustaría reflejar la situación de los bancos españoles con respecto al resto. Sigo pensando que la transparencia es clave para luchar contra la desconfianza, cuya consecuencia en los mercados es el contagio de la inestabilidad financiera.
Les dejo abajo dos gráficos en honor a la demanda de más transparencia por la elevada incertidumbre actual. Los gráficos son elaborados por la AEB con datos extraídos de la Revista de Estabilidad Financiera del Banco de España de noviembre del año pasado.
En definitiva:
• Los bancos españoles tienen la menor exposición de su cartera de crédito a modelos internos entre los principales países europeos
• Los bancos españoles tienen la mayor densidad de la cartera de crédito, considerando la densidad como la proporción entre el importe de los activos y esos mismos activos ponderados por riesgo
Al final, los bancos españoles tienen menos proporción de cartera medida en términos de riesgos por modelos internos y mayor densidad de activos fuera de ellos. Retomando el debate inicial, estos datos ponen de manifiesto el importante esfuerzo de los bancos españoles por reforzar sus niveles de solvencia.
José Luis Martínez Campuzano
Portavoz de la Asociación Española de Banca