El entorno actual de tipos cero y de baja rentabilidad agudiza el ingenio de las entidades financieras a la hora de sacar al mercado productos gancho que atraigan al ahorrador de perfil conservador. La incapacidad de encontrar en este escenario algo de rentabilidad sin a cambio asumir algo de riesgo lleva a muchos inversores a ser atraídos a este tipo de productos.
Los Fondos de Rentabilidad Objetivo buscan ser los sustitutos de los Fondos garantizados, pero no son productos para nada iguales.
Un fondo de rentabilidad objetivo es aquel que ofrece a vencimiento una rentabilidad determinada siempre y cuando se cumpla el escenario planteado que permita la consecución de la rentabilidad objetivo. Por lo que llegamos a la conclusión de que la rentabilidad objetivo no es sinónimo de rentabilidad garantizada como así ocurría en los fondos Garantizados.
La dificultad de las entidades financieras para poder ofrecer garantizados con una rentabilidad atractiva ha llevado a las mismas a usar este tipo de fondos como destino del ahorro conservador que se encuentra en depósitos o en garantizados que han vencido o están a punto de hacerlo.
Con un bono español a diez años con rentabilidades del entorno del 1.45 %, el inversor debe de ser consciente que cualquier rentabilidad superior implica asumir un riesgo.
Al ofrecer una rentabilidad anticipada estos productos captan la atención de ahorradores acostumbrados a imposiciones a plazo fijo donde la rentabilidad es conocida de antemano.
Uno de los principales problemas que presenta estos fondos es su falta de liquidez y las penalizaciones que en la mayoría de los casos supone obtener liquidez antes de vencimiento.
Los vencimientos de las emisiones de Fondos de rentabilidad objetivo suelen tener una media de 3 a 5 años con lo que exista el coste de oportunidad de estar dentro de un producto un plazo de tiempo en el que la economía puede mejorar y los tipos de interés de mercado pueden subir.
En definitiva, a nuestro juicio son productos de gestión pasiva con costes de gestión elevado, con rentabilidades que no están garantizadas y que no son lo suficientemente atractivas como para asumir el coste de oportunidad que supone estar un periodo largo de permanencia en un escenario de tipos nulos donde lo más probable es que suban a medida que la situación económica se normalice.