España crecerá un 3,2% este año, o al menos así lo estima la OCDE. Se trata de una cifra cuatro décimas superiores a la anticipada por este mismo organismo hace apenas unos meses, lo que en apariencia demostraría la buena salud de nuestro aparato productivo. En realidad, sin embargo, deberíamos ser extremadamente cautos. No ya porque el propio organismo rebaje su previsión de crecimiento para 2017 hasta el 2,3%, sino por algo mucho más preocupante: la semana pasada el INE publicó el desglose de los datos del PIB correspondientes al tercer trimestre de este año y en ellos se constata una muy inquietante tendencia, a saber, la inversión empresarial se está desacelerando con intensidad. Muy en particular, durante el tercer trimestre de 2016, la inversión agregada de nuestra economía apenas se expandió un 0,1%, es decir, nada.
El problema es que si algo necesita nuestra economía desde el año 2009 es de inversión: inversión para modificar y reinventar el modelo productivo que se desmoronó con el pinchazo de la burbuja inmobiliaria. Necesitamos con urgencia nuevos sectores económicos y nuevas empresas que solo pueden crearse a través de un volumen de inversión acelerado. No por casualidad, el actual ritmo de crecimiento económico resulta inexplicable sin el auge de la inversión privada que comenzamos a experimentar a finales de 2013: fue ese proceso de creación de nuevas unidades industriales el que permitió reflotar la economía y encadenar varios semestres de crecimiento y de creación de empleo. Por desgracia, si la rueda de la inversión empresarial se para, como se está parando, también lo hará nuestro dinamismo futuro.
Es hora de tomar conciencia de que el crecimiento económico no es algo automático y de que, en un contexto global cada vez más incierto por la expansiva amenaza populista, debemos activar todos los resortes que afiancen la credibilidad de nuestra economía y que la conviertan en un entorno de oportunidades empresariales. Es decir, es hora de completar el ajuste del déficit al tiempo que bajamos impuestos (por tanto, de recortar el gasto) y de liberalizar ampliamente nuestros sectores productivos. El futuro nos va en ello.