De todos los argumentos que escucho en contra de la normalización monetaria destacaría sin duda el potencial impacto desestabilizador que puede tener sobre algunos mercados financieros. Especialmente el de renta fija. Y no lo subrayo en términos positivos: creo sinceramente que aplazar una decisión que puede ayudar a reducir incertidumbres a medio y largo plazo para evitar un impacto negativo (y creo que limitado) a corto plazo es sin lugar a dudas cuestionable. Más aún cuando parte de los ajustes pendientes a medio y largo plazo, como es una estrategia clara de ajuste de la deuda pública, puede resultar aplazado sin límite en un entorno artificial de condiciones financieras excesivamente laxas.
Pero, es evidente, los bancos centrales deben considerar todo un abanico de factores a la hora de establecer una estrategia clara de normalización monetaria. Y deben ser claros y transparentes a la hora de exponerlos. La gestión de la deuda, elevada deuda, fue uno de los argumentos implícitos de las medidas monetarias ultra expansivas desarrolladas por los principales bancos centrales. Y a nivel privado sí se ha producido un importante ajuste de deuda. En España por ejemplo, acumulado desde el inicio de la Crisis, más del 30 % a la baja en el caso de empresas y familias. Un ajuste que, en mi opinión, puede estar tocando fondo. Las conclusiones en el caso de la deuda pública no son tan claras.
Estos dos gráficos son de Citi.
El primero, el saldo de deuda privada (% PIB) y su servicio financiero (% renta disponible)…
En este segundo gráfico tenemos el servicio de la deuda pública (% PIB), su evolución en lo que llevamos de Crisis…
Sin duda, el descenso de los tipos de interés al mismo tiempo que la compra de activos por los bancos centrales han llevado a una importante mejora en las condiciones de financiación. Compensando en muchos casos el propio crecimiento del stock de deuda pública. Al final, el objetivo explícito de estas medidas era claro: facilitar los ajustes, económicos y financieros, para hacer posible un escenario de fuerte crecimiento económico y luchar de esta forma contra el riesgo de deflación. Dicho esto, subordinar mantener unas condiciones financieras demasiado laxas para mitigar el coste de los desequilibrios como la elevada deuda a costa de generar nuevas incertidumbres a medio plazo no tiene en mi opinión ningún sentido. Los ajustes pendientes, económicos, financieros y hasta estructurales como sería el caso en la banca, deben llevarse a cabo cuando las condiciones son favorables. Forzar estas condiciones cuando no son necesarias desde el punto de vista fundamental no tiene sentido.