Los trumpistas españoles, y demás seguidores de la Alt-Right estadounidense, están entusiasmados con el borrador de presupuestos presentado por el presidente de los EEUU: según nos dicen, el republicano ha aprobado un recorte histórico de la administración pública, adelgazando el tamaño del Estado en unas proporciones inéditas. Ya nos lo había anunciado el portal oficial de este movimiento, Breitbart News: Trump quiere recortar la burocracia federal hasta unos niveles no vistos desde los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial. El propio Steve Bannon, estratega jefe de la Casa Blanca, nos había anunciado que una de las misiones del nuevo gobierno republicano iba a ser la “deconstrucción del Estado burocrático”. Todo ello titulares muy atractivos para cualquier liberal aun cuando procedieran de un gobernante no liberal. Al final, sin embargo, todo ha quedado en mera propaganda: los montes parieron un ratón.
El recorte del gasto público promovido por Trump es completamente marginal e irrelevante. Recordemos que el presupuesto federal estadounidense se compone de dos grandes masas: el gasto no discrecional (pensiones, intereses de la deuda, Medicare…) y el gasto discrecional. Trump se había comprometido a no tocar los programas de gasto no discrecional, los cuales representan alrededor de dos tercios del gasto público total (unos 2,5 billones de dólares), de manera que sus recortes se iban a concentrar en el gasto discrecional (en el otro tercio del presupuesto: unos 1,15 billones de dólares). ¿Y en cuánto ha metido finalmente Trump la tijera? En apenas 13.600 millones de dólares… el 1,2% de todo el gasto discrecional y apenas el 0,35% de la totalidad del gasto público federal.
Sí, el recortazo histórico de Trump es de apenas un 0,35%. Impresionante desmantelamiento del sector público. Incluso desde la perspectiva del gasto discrecional se trata de una contracción ridícula e inapreciable, que continúa ubicándolo (en términos reales) muy por encima de lo que gastaba ese manirroto y ultrasocialista político que fue Bill Clinton.
Es verdad que Trump ha metido la tijera de manera significativa en algunas partidas de la burocracia estatal como la política exterior, la sanidad, la educación o la agricultura. Pero todos esos ajustes han sido contrarrestados por el aumento del gasto en seguridad, en las ayudas para los veteranos de guerra y, sobre todo, en defensa.
En suma, un recorte de 13.600 millones de dólares sobre un presupuesto total de 3.650.000 millones. Esta es la gran austeridad que la Alt-Right nos quiere vender como histórica y ejemplar para el resto de “derechas” europeas. Un chiste en su volumen agregado. De hecho, hay un gobernante europeo al que la Alt-Right ha tildado —no sin razón, dicho sea de paso— de pusilánime, manirroto, socialdemócrata o acomplejado que, en realidad, recortó el gasto público mucho más de lo que lo ha hecho Trump: sí, Mariano Rajoy a través de su ínclito ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro.
En el año 2012, el gasto público total de España pasó de 486.700 millones de euros a 461.700 millones, esto es, un recorte de 25.000 millones de euros (equivalente al 5,1% del gasto total). Repitámoslo: el manirroto y estatista Rajoy impulsó en 2012 un recorte del 5,1% en el gasto del conjunto de las Administraciones Públicas; el ultralibertario Donald Trump lo ha hecho en un 0,35% sobre el gasto federal. De hecho, incluso en términos absolutos, Rajoy disminuyó el gasto más que Trump: 25.000 millones de euros —en España— frente a 13.600 millones de dólares —en EEUU—. Acaso se replique que la comparación es tramposa porque la nimiedad de los ajustes de Trump se explican por el aumento del gasto en Defensa: si excluimos esa partida, el gasto federal sí sufre una fuerte contradicción. Pero tampoco: aun excluyendo el aumento del gasto en defensa, Trump apenas rebaja los desembolsos federales en un 1,7%.
Es más, si comparamos los recortes que aprobó Rajoy en las principales áreas discrecionales de su Gobierno central comprobaremos que, en términos general, fueron mucho más intensas que las propuestas por Trump.
Aun hoy, los desembolsos totales de las Administraciones Públicas españolas siguen siendo en términos nominales un 3,4% menores a los de 2011 (y, en términos reales, un 6,9%). La misma derecha que lleva años fustigando a Rajoy por no haber podado el “gasto político” pretende ahora coronarnos propagandísitamente a Trump como el gran reformador de la administración pública estadounidense. Fake News. Rajoy es sin duda un no-liberal contrario a meter en vereda el hipertrofiado Estado español: pero eso sólo vuelve a Trump doble o triplemente no-liberal en su negativa a disminuir el gasto total.
Tal vez se replique que Trump, a diferencia de Rajoy, tiene la intención de bajar sustancialmente los impuestos a los ciudadanos: pero recortar impuestos sin disminuir proporcionalmente el gasto sólo es una forma de keynesianismo fiscal, esto es, de echar mano del endeudamiento para “estimular” la economía con una carga impositiva menor. Durante la campaña electoral ya tuve la ocasión de calificar a Trump de “irresponsable fiscal” justamente por proponer fuertes rebajas impositivas sin simultáneamente disminuir el gasto. Muchos nos dijeron que el republicano poseía un plan oculto e inconfesable para reducir abracadabrantemente el tamaño del Estado. Más Fake News: tras la presentación del borrador de sus primeros presupuestos, ese plan oculto no se ve por ningún lado y el calificativo de “irresponsable fiscal” sigue tan vivo como entonces. A la postre, el republicano se comprometió ante sus votantes a rebajar los impuestos en una media de 450.000 millones de dólares anuales y, como decíamos, sólo minora el gasto público en 13.600 millones: aun en el más optimista de los supuestos, aquél en el que la rebaja fiscal impulsara un crecimiento aceleradísimo de la economía y fomentara un incremento de las bases imponibles, la recaudación se verá mermada en una media de 260.000 millones de dólares anuales. ¿Cómo financias una pérdida neta de recaudación de 260.000 millones con un recorte de 13.600? No lo haces: sólo agrandas el déficit y el endeudamiento público. A este respecto, nótese que Obama —o, más bien, el Congreso republicano que maniató a Obama— le legó a Trump un déficit de 590.000 millones de dólares, de modo que la política fiscal del nuevo presidente contribuiría —en el mejor de los casos— a elevarlo en casi un 50%.
En definitiva, Trump no reduce el volumen del Estado: sólo modifica las prioridades del gasto público (menos diplomacia, menos sanidad, menos educación o menos agricultura a cambio de más defensa). Los liberales aspiramos a minimizar el tamaño del Estado para maximizar el tamaño de la sociedad civil y Trump no está haciendo nada de ello: minimiza el tamaño de unos departamentos del Estado para maximizar el de otros; menor Estado redistributivo y mayor Estado militarista. Nacionalismo puede, liberalismo desde luego que no. Tampoco en materia hacendística.