Cuatro puntos que resumen nuestra filosofía para la construcción de carteras.
DEFINIR la distribución estratégica de la cartera. Es el primer paso y el más importante. Esta distribución (asset allocation) será el resultado de analizar (a) el perfil inversor y (b) las alternativas de inversión, su rentabilidad y riesgo. Una vez bien definidas las necesidades del inversor estas deberán contrastarse con lo que ofrece el mercado. Así, por ejemplo, un inversor que pretenda construir una cartera con un potencial del 12% de retorno medio anual y con un riesgo, medido a través de la volatilidad, inferior al 8% verá que se trata de un ejercicio de difícil solución cuando analice las diferentes alternativas de inversión. Por lo tanto, una vez que los objetivos de la cartera obtengan un mínimo de probabilidad de éxito (para eso el contraste con las valoraciones de los mercados) se procederá a definir la distribución estratégica.
SIMPLIFICAR la estructura. Con ello hacemos referencia al número de posiciones abiertas en la cartera. Tener más de 20 fondos de inversión en cartera no asegura una correcta diversificación, aunque se trate de diferentes categorías. Además, en muchas ocasiones, podríamos estar duplicando exposición comprando varios fondos con diferentes nombres o categorías pero con un “investment case” muy similar entre gestores. En nuestra opinión, entre 10 y 15 fondos sería un número más que suficiente para gestionar el riesgo de la cartera (descorrelación) y tener exposición a todo el universo de inversión que consideremos oportuno.
ABARATAR el coste medio, reducir la presión de las comisiones. Es un punto muy importante y al que, en muchas ocasiones, menor atención se le presta. Evitar las clases que soportan comisiones más altas dentro de una misma familia de fondos es fundamental para los retornos de la cartera. En nuestra opinión, una cartera de fondos con un TER medio (ratio de costes netos) por encima del 2% estaría soportando una excesiva presión en comisiones. La categoría de renta variable es la que más TER aportará a la cartera, ya que estos fondos son los más caros. Por lo tanto, cuando se suscriba un fondo de renta variable habrá que analizar el tipo de gestión que hace. Si se trata de una gestión pasiva, esta debería reflejarse en un TER mucho más bajo que otro fondo de renta variable que implementa una gestión más activa, siempre y cuando esta "actividad" se traduzca en unos retornos superiores a los que ofrece el índice o la gestión pasiva.
CHEQUEAR la evolución de la cartera. Desde dos horizontes temporales. Mensualmente se deberá analizar la evolución de la cartera, identificando focos de rentabilidad y riesgo, así como evaluar los potenciales cambios en las carteras que gestionan los fondos a los que tenemos exposición. También es recomendable un repaso a las claves del entorno económico-financiero, y con toda esta información (evolución y claves) se tomarán decisiones tácticas para la gestión de la cartera. Por otra parte, una vez al año es recomendable volver a repetir el primer punto: necesidades del inversor, objetivo de la cartera y valoraciones de los mercados. Si hubiera cambios, estos deberían tenerse en cuenta para una redefinición de la estrategia.
Cuatro pasos sencillos. Porque lo sencillo funciona y, más importante, se entiende.