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Diez pésimos argumentos contra la gestación subrogada

por Laissez Faire Hace 7 años
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El debate sobre la gestación subrogada parece haberse instalado de manera definitiva en nuestro país: y ojalá no desaparezca de la esfera pública hasta que esta técnica de reproducción asistida sea plenamente legalizada y dignificada dentro de nuestra sociedad. Sin embargo, como siempre sucede cuando las personas conquistan nuevas libertades frente a los prejuicios sociales establecidos, frente a los dogmas religiosos enquistados o frente a las restricciones estatales consolidadas, suele producirse una reacción carcunda que trata de bloquear semejante progreso moral.

En este caso, la reacción contra la gestación subrogada procede no sólo del típico conservadurismo alérgico a cualquier modificación de las estructuras sociales tradicionales —conduzcan o no estas modificaciones a una mayor libertad individual—, sino también de un rancio feminismo colectivista (opuesto a cualquier feminismo de corte liberal) que pretende erigirse en portavoz de todas las mujeres para, acto seguido, cercenarles su libertad de decidir cómo quieren vivir sus vidas.

Esta semana, 50 asociaciones dizque feministas se han agrupado en torno a una plataforma denominada “Red estatal contra el alquiler de vientres” que ha publicitado un manifiesto donde exponen sus diez razones para oponerse a la gestación subrogada. Diez razones que, como a continuación expondré, son un homenaje a las contradicciones, a los prejuicios y al sectarismo ideológico; diez razones que, aplicadas a otros aspectos de nuestras vidas, llevarían a una amplísima opresión de nuestras libertades. Comprobémoslo examinando más de cerca estos diez motivos para oponerse a la gestación subrogada:

“Porque abogamos por el derecho a decidir de las mujeres en materia de derechos sexuales y reproductivos. La maternidad por sustitución niega a las mujeres gestantes el derecho a decidir durante el proceso de embarazo y en la posterior toma de decisiones relativas a la crianza, cuidado y educación del menor o la menor”: Toda mujer tiene plena libertad para decidir si quiere ser una gestante subrogada o no. Legalizar la gestación subrogada no impide que ninguna mujer se niegue a ser gestante: sólo abre un camino que algunas querrán recorrer y otras muchas no. Del mismo modo, legalizar el matrimonio homosexual ni obliga a todos los homosexuales a casarse ni tampoco a los heterosexuales a casarse con personas del mismo sexo. Por consiguiente, la gestación subrogada no vulnera los derechos sexuales y reproductivos de ninguna mujer: todas son libres de ser gestantes o de no serlo. Lo que, en realidad, está criticando este feminismo colectivista no es esto, sino otro aspecto: a saber, que una vez una mujer ha decidido ser gestante, ve reducida su autonomía para tomar decisiones durante el proceso del embarazo o durante la crianza de un hijo que no es suyo y sobre el que no ejerce la patria potestad. Este argumento es tan absurdo como afirmar que todo embarazo (por gestación subrogada o no) reduce los derechos sexuales y reproductivos de la mujer: ¿o es que una mujer embarazada puede abortar a las 30 semanas de embarazo? No, por tanto, sí decide quedarse embarazada y no abortar hasta las 30 semanas, su capacidad de decisión posterior queda limitada. ¿O es que una madre puede desatender las obligaciones de alimentación o educación de sus hijos? Tampoco: las mujeres (¡y los hombres!) son libres a la hora de decidir si quieren tener hijos o no: pero el tener hijos conlleva una serie de cargas y obligaciones que, en atención al menor, imponen límites a su “derecho a decidir durante el proceso de embarazo y en la posterior toma de decisiones relativas a la crianza”. La libertad siempre va acompañada de la responsabilidad por las decisiones libremente tomadas. Con la gestación subrogada sucede lo mismo: las mujeres son libres de participar (o no) en un proceso de gestación por sustitución, pero una vez han tomado la decisión de hacerlo, obviamente aceptan ciertas restricciones a su autonomía. Por ello, resulta fundamental que todas las mujeres que decidan ser gestantes subrogadas sean adecuadamente informadas y asesoradas para que comprendan la decisión que están a punto de tomar y los compromisos que están a punto de asumir: pero una cosa es el deber de informar fidedignamente y otra es prohibir radicalmente las decisiones informadas de las mujeres acerca de cómo quieren hacer uso de sus derechos sexuales y reproductivos.

“Porque elegir es preferir entre una serie de opciones vitales. La elección va acompañada, a su vez, de la capacidad de alterar, modificar o variar el objeto de nuestras preferencias. La maternidad subrogada no solo impide a las mujeres la capacidad de elección, sino que además contempla medidas punitivas si se alteran las condiciones del contrato”: Esta crítica pretende desarrollar en parte la anterior: las mujeres gestantes no son libres porque no pueden modificar sobre la marcha las decisiones que previamente han tomado. Por ejemplo, una gestante subrogada no puede decidir abortar un nasciturus que está gestando y que no es su hijo ni desde un punto de vista genético ni desde un punto de vista jurídico. Como ya he explicado, la libertad va unida indisociablemente a la responsabilidad: si una mujer toma la decisión de ser gestante subrogada, la toma con todas las consecuencias que lleva implícita. El caso no es diferente al de una cirujana que esté operando a corazón abierto: una mujer es libre de ser cirujana o de no serlo; es libre de operar a una persona o de no hacerlo; pero una vez ha comenzado la operación, carece de plena autonomía para largarse sin más del quirófano apelado a la libertad para “modificar el objeto de nuestras preferencias profesionales”. Asimismo, el caso tampoco es distinto al de una piloto de avión: una mujer es libre de ser piloto o de no serlo; de pilotar un determinado avión o de no hacerlo; pero lo que no puede hacer es abandonar la aeronave en pleno vuelo apelando a su libertad para “modificar el objeto de nuestras preferencias de desplazamientos”. Tanto la gestante subrogada, como la cirujana, como la piloto toman decisiones existenciales que les confieren un control directo sobre la vida de seres humanos concretos y por eso cargan con una responsabilidad mayor que aquellas otras personas que toman otro tipo de decisiones que no afectan a vidas ajenas. Pero tanto la gestante, como la cirujana, como la piloto son libres de no tomar aquellas decisiones personales que conllevan una responsabilidad reforzada: y, justamente porque son libres de no tomarlas, sólo se les exige que se responsabilicen de aquello que escojan. Que ciertas decisiones existenciales conlleven un elevado grado de responsabilidad no es excusa para prohibirlas: ¿o es que estas 50 asociaciones colectivistas también propugnan prohibir que las mujeres pueden ser cirujanas o pilotos para preservar su “capacidad de alterar, modificar o variar el objeto de nuestras preferencias”?
“Porque la llamada “maternidad subrogada” se inscribe en el tipo de prácticas que implican el control sexual de las mujeres: Así en las sociedades tradicionales, los matrimonios concertados o la compra por dote, son las tí­picas formas en que se ejerce el control sexual de las mujeres, en las sociedades modernas, la prohibición del aborto, la regulación de la prostitución y la maternidad subrogada son sus más contundentes expresiones”: Toda forma de control, sexual o no sexual, implica una obligación a hacer algo que no quieres (matrimonio concertado: casarte con quien no quieres) o una prohibición de hacer algo que quieres (impedimentos al aborto). Las personas que respetamos la libertad ajena mantenemos un principio muy claro: no cabe limitar la libertad personal con obligaciones o prohibiciones salvo para salvaguardar la libertad de terceros. Por tanto, una mujer no puede ser obligada a casarse y sólo podría prohibírsele abortar para proteger la libertad del menor (y ahí empieza el debate razonable de cuándo comienza la personalidad, y los consiguientes derechos individuales, del nasciturus). En el caso de la prohibición de la gestación subrogada, ¿qué libertades de terceros se salvaguardan? La libertad de la mujer que desea ser gestante subrogada desde luego no se salvaguarda, sino que se conculca merced a un control político de sus derechos sexuales y reproductivos; la libertad de los padres comitentes tampoco es salvaguardada, sino nuevamente cercenada por ese control político. La libertad de terceras mujeres que no deseen ser gestantes subrogadas tampoco es salvaguardada por la prohibición: permitir la gestación subrogada no obliga a nadie a practicarla (si alguien coacciona a una mujer a ejercerla, es ese alguien quien debe ser perseguido y sancionado, no las mujeres que voluntariamente quieren desarrollarla). Acaso cupiera argumentar que la prohibición de la gestación subrogada busca salvaguardar la libertad del nasciturus a no ser gestado por una mujer distinta a su madre genética: dejando de lado que este argumento supondría prohibir de inmediato las incubadoras, lo más relevante del mismo es la clamorosa contradicción entre quienes defienden, por un lado, el derecho al aborto irrestricto y, por otro, la gestación subrogada. Si una mujer es libre de abortar es porque el nasciturus carece de derechos (no es todavía sujeto de derecho): pero si se parte de la premisa de que el nasciturus carece de derechos, ¿cómo argumentar que se prohíbe la gestación subrogada para amparar unos derechos que el nasciturus no tiene? Y al contrario: si se le reconocen derechos al nasciturus, ¿cómo no reconocerle el derecho fundamental a la vida que, en contrapartida, conllevaría una restricción del derecho de la mujer a abortar? “Nosotras parimos, nosotras decidimos… salvo en la gestación subrogada, que ahí decide el lobby del feminismo colectivista con sus represores aliados políticos”.

“Porque alquilar el vientre de una mujer no se puede catalogar como “técnica de reproducción humana asistida”. Las mujeres no son máquinas reproductoras que fabrican hijos en interés de los criadores. Es, por el contrario, un evidente ejemplo de “violencia obstétrica” extrema”: Uno puede entender perfectamente que nos desagraden las analogías maquinistas tales como “el ser humano es una máquina biológica”, dado que parecen minusvalorar la condición moral distintiva del ser humano frente a las máquinas y demás artilugios creadas para someterse al ser humano (otra cuestión distinta es qué sucederá con esas tajantes fronteras cuando alcancemos la singularidad). Pero si nos ofenden las analogías maquinistas, basta con no usarlas: de hecho, no conozco a ningún defensor de la gestación subrogada que las haya empleado para exponer su posición. Ahora bien, lo que sí es cierto es que las mujeres tienen una capacidad biológica para gestar, como también la tienen para generar óvulos (al igual que los hombres poseen la capacidad biológica de generar esperma). Que una persona utilice sus capacidades biológicas relacionadas con la reproducción sexual para ayudar a otras personas a reproducirse por supuesto que constituye una técnica de reproducción asistida: es una forma de ayudar (asistir) a los demás a reproducirse. En este sentido, donar esperma, donar óvulos o gestar por subrogación son todas ellas técnicas de reproducción asistida que en absoluto constituyen un ejemplo de violencia obstétrica en tanto en cuanto es cada mujer la que libremente decide (o no) ayudar a otras parejas a gestar a sus hijos. Más bien al revés: violencia obstétrica es perseguir policialmente a aquellas mujeres que quieren ser gestantes subrogadas, tal como defienden que se haga estas 50 asociaciones dizque feministas.

“Porque el “altruismo y generosidad” de unas pocas, no evita la mercantilización, el tráfico y las granjas de mujeres comprándose embarazos a la carta. La recurrencia argumentativa al altruismo y generosidad de las mujeres gestantes, para validar la regularización de los vientres de alquiler, refuerza la arraigada definición de las mujeres, propia de las creencias religiosas, como “seres para otros” cuyo horizonte vital es el “servicio”, dándose a los otros. Lo cierto es que la supuesta “generosidad”, “altruismo” y ”consentimiento” de unas pocas solo sirve de parapeto argumentativo para esconder el tráfico de úteros y la compra de bebés estandarizados según precio”: Evidentemente, la apariencia de cualquier actividad legalizada puede utilizarse para encubrir o desarrollar actividades ilegales: el trabajo asalariado podría ocultar prácticas esclavistas; la libertad en Internet puede amparar formas de ciberterrorismo; la donación de órganos puede ocultar el tráfico de órganos robados; la libertad de circulación puede permitir a los criminales escapar de la policía; o las adopciones internacionales podrían esconder tramas de secuestro y compraventa de niños. Pero cuando eso sucede, lo lógico es perseguir aquellas actividades específicas que son ilegales, no prohibir toda libertad bajo cuyo manto podrían esconderse esas prácticas delictivas. ¿O es que deberíamos prohibir los contratos laborales para evitar que haya esclavos; o deberíamos cerrar internet para combatir el ciberterrorismo; o habría que impedir la donación de órganos para controlar su compraventa ilícita; o deberíamos imponer el toque de queda para que los criminales no puedan escapar de los cuerpos de seguridad; o tendríamos que prohibir las adopciones internacionales para que no haya mafias que trafiquen con menores? No, lo lógico es investigar y perseguir a quienes usan una libertad como cortina de humo para conculcar las libertades ajenas; incluso, llegados al extremo, podría justificarse la imposición de ciertos controles previos al ejercicio de esa libertad como forma de perseguir el crimen. Pero lo que no tiene ninguna lógica es justificar la restricción radical de esas libertades. Lo mismo con la gestación subrogada: si se teme que su legalización lleve a que algunas mujeres sean explotadas, contrólese y supervísese riesgo potencial; pero no se utilice esa posibilidad como “parapeto argumentativo” para cercenar la libertad de todas las personas.

“Porque cuando la maternidad subrogada “altruista” se legaliza se incrementa también la comercial. Ningún tipo de regulación puede garantizar que no habrá dinero o sobornos implicados en el proceso. Ninguna legalización puede controlar la presión ejercida sobre la mujer gestante y la distinta relación de poder entre compradores y mujeres alquiladas”: El primer apartado de este punto apenas supone reiterar lo expuesto en el anterior. Como ya se ha indicado, este (mal) argumento también serviría para justificar la prohibición de las adopciones internacionales o las donaciones de órganos: “ningún tipo de regulación puede garantizar que no habrá dinero o sobornos implicados en el proceso de adopción o de donación de órganos”. Más interesante (e igualmente falaz) es el segundo punto: a saber, que no hay forma de evitar que la desigualdad económica “presione” a una mujer pobre a ejercer de gestante para una pareja rica. Al cabo, sí existen formas claras de evitar este riesgo (si es que lo consideramos un motivo inhabilitante de la gestación subrogada): por ejemplo, podría prohibirse que las mujeres con ingresos anuales inferiores a una determinada cantidad de dinero (¿30.000, 40.000 ó 50.000 euros anuales?) pudieran ser gestantes subrogadas; o, alternativamente, podría exigirse una evaluación psicológica (¡incluso por funcionarios estatales!) para comprobar que el motivo fundamental de una mujer para convertirse en gestante subrogada no es la necesidad económica (algo que en EEUU ya hacen de oficio las agencias de gestación subrogada). El caso es que hay formas muchísimo menos lesivas de la libertad individual para lograr los presuntos objetivos de estas asociaciones dizque feministas: que opten por la prohibición absoluta de la gestación subrogada, en lugar de por una “regulación garantista”, ilustra que sus verdaderas motivaciones son otras escondidas tras todo ese “parapeto argumentativo”.

“Porque no aceptamos la lógica neoliberal que quiere introducir en el mercado a “los vientres de alquiler”, ya que se sirve de la desigualdad estructural de las mujeres para convertir esta práctica en nicho de negocio que expone a las mujeres al tráfico reproductivo”: Aquí ya pinchamos en el auténtico hueso ideológico. Las 50 organizaciones que se oponen a la gestación subrogada no son, simple y llanamente, organizaciones feministas, sino organizaciones feministas filomarxistas. Su tesis de fondo es que el sistema económico actual —el capitalismo heteropatriarcal— es un conjunto de instituciones diseñadas por la clase dominante —el hombre capitalista— para explotar a los trabajadores y, muy especialmente, a las trabajadoras. Desde esa óptica, la legalización de la gestación subrogada —en especial, en su vertiente comercial— es la legalización de otra forma más de explotación social de la mujer. Pero nótese que, en última instancia, el motivo ideológico de fondo por el que estas organizaciones se están oponiendo a la gestación subrogada no es por postulados feministas, sino por los muy deficientes postulados analísticos de la dialéctica marxista. Sería más honesto, pues, que estas 50 asociaciones acudieran a la prensa diciendo: “50 asociaciones marxistas se oponen a los vientres de alquiler” y no como “50 asociaciones feministas se oponen a los vientres de alquiler”. Sus propuestas liberticidas no tienen nada que ver con el feminismo (que si algo pretende es liberar a la mujer, no esclavizarla a manos de las organizaciones dizque feministas) y sí tiene todo que ver con el marxismo.

“Porque las mujeres no se pueden alquilar o comprar de manera total o parcial. La llamada “maternidad subrogada” tampoco se puede inscribir, como algunos pretenden, en el marco de una “economía y consumo colaborativo”: la pretendida “relación colaborativa” esconde el “consumo patriarcal” por el cual las mujeres se pueden alquilar o comprar de manera total o parcial”: Precisamente porque los defensores de la gestación subrogada suscriben la idea de que las mujeres no se pueden alquilar o comprar de manera total o parcial, ellos mismos rechazan el término “vientres de alquiler” y prefieren hablar de gestación subrogada. Personalmente, no tengo ningún problema con la expresión “vientres de alquiler” siempre que entendamos realmente a qué nos estamos refiriendo: no a esclavizar a tiempo parcial a una mujer, sino a acordar con ella su cooperación reproductiva. ¿Puede una mujer ayudar a una pareja a concebir (donación de óvulos), gestar (gestación subrogada) o criar (docencia) a su hijo? Por supuesto que puede sin que equiparemos ninguna de estas ayudas a un régimen de semi-esclavitud. Asimismo, es absurdo calificar la gestación subrogada de “consumo patriarcal”: muchas de las personas que recurren a la gestación subrogada son otras mujeres que han perdido su capacidad para gestar. ¿Que una mujer ayude a otra mujer a concebir a su prole es consumo patriarcal? Obviamente no pero, como hemos dicho, estas organizaciones están plenamente absortas por el lenguaje dialéctico del marxismo y son incapaces de hilvanar un argumento sin meter con calzador falacias lógicas tan evidentes. Pero incluso instalándonos en la dialéctica marxistoide: a la gestación subrogada también recurren personas o parejas homosexuales que, por limitaciones biológicas, no pueden gestar a sus hijos. Si las mujeres han sido un colectivo históricamente oprimido, es bastante evidente que los homosexuales también lo han sido. Desde esta óptica marxistoide, ¿cabría decir que la prohibición de la gestación subrogada es una forma de consolidar las relaciones de dominación heteropatriarcales sobre el colectivo homosexual? ¿Por qué la lucha de clases contra las estructuras de dominación “patriarcales” ha de tener preferencia frente a la lucha de clases contra las estructuras de dominación “heterosexuales”? Cortocircuito del populismo neomarxista.
“Porque nos mostramos radicalmente en contra de la utilización de eufemismos, para dulcificar o idealizar un negocio de compra-venta de bebés mediante alquiler temporal del vientre de una mujer, viva en la dorada California o hacinada en un barrio de la India. Así­ es que nos afirmamos en llamar a las cosas por su nombre, no se puede ni se debe describir como “gestación subrogada” un hecho social que cosifica el cuerpo de las mujeres y mercantiliza el deseo de ser padres-madres”: En este punto observamos, de nuevo, cómo la oposición de este movimiento femiliberticida contra la gestación subrogada no tiene nada que ver con el potencial riesgo de “explotación económica” (reconocen que igual les da que la gestación subrogada la ejerza una mujer rica californiana que una mujer pobre de la India) y sí lo tiene todo que ver con una lucha ideológica por los significantes: conseguir desterrar el término “gestación subrogada”; redefinirlo como “vientre de alquiler”; utilizar el sintagma “vientre de alquiler” como evidencia de mercantilización de las relaciones sociales; insuflar la perspectiva marxista en el análisis del mercado para denunciar que esa “mercantilización de las relaciones sociales” esconde una explotación de clase; destapar que esa explotación clasista es una exteriorización más del patriarcado que oprime al colectivo de las “mujeres”; llamar a una insurrección revolucionaria de todas las mujeres contra el conjunto de las instituciones políticas, sociales y económicas existentes. Es decir, lo que este feminismo colectivista está haciendo es, en el fondo, ideologizar —desde una perspectiva totalmente pseudocientífica y homeopática como es el marxismo— el necesario y legítimo debate sobre la gestación subrogada: instrumentar este debate para insuflar su propaganda marxista en el conjunto de la sociedad. Poco les importa que las víctimas de su sectarismo ideológico sean personas de carne y hueso que vean frustradas —a través de la coacción estatal que ellos legitiman— sus expectativas vitales de ser padres o de ayudar a otros a ser padres: la revolución siempre justificó cuantos sacrificios fueran necesarios para lograr un avance de posiciones.

“Porque la perspectiva de los Derechos Humanos, supone rechazar la idea de que las mujeres sean usadas como “contenedoras” y sus capacidades reproductivas sean compradas. El derecho a la integridad del cuerpo no puede quedar sujeto a ningún tipo de contrato”: Apelar a la perspectiva de los “Derechos Humanos” es el parapeto argumentativo de cierre para ocultar sus auténticas motivaciones ideologizadas. No en vano, las 50 organizaciones filomarxistas apelan a un derecho a la “integridad del cuerpo”… ¡que ni siquiera aparece en la Declaración Universal de Derechos Humanos! (y mucho menos aparece en la muy restrictiva interpretación que le otorgan estas asociaciones). En cambio, la Declaración Universal de Derechos Humanos sí contiene varios preceptos que permiten amparar la gestación subrogada: la no interferencia del Estado en la vida privada de las personas (artículo 12); el derecho a formar una familia sin discriminación alguna (artículo 16); o la libertad de conciencia (artículo 18) para vivir conforme a las propias creencias y no sometido a las magufadas acientíficas del feminismo marxistoide.

En definitiva, las 50 organizaciones “feministas” (léase, marxistas) que se oponen a la gestación subrogada no proporcionan ningún buen argumento en su contra. Más bien, su manifiesto es una recopilación de prejuicios y contradicciones que únicamente pretende esconder la liberticida ideología de fondo que todas esas asociaciones destilan. No proporcionan argumentos razonables, sino apariencias de argumentos para justificar ante la sociedad sus dogmas de fe y para, en última instancia, iniciar una campaña de propaganda que, por un lado, siga conculcando las libertades reproductivas fundamentales de las personas y, por otro, sirva como vehículo para insuflar culturalmente un marco analítico filomarxista y, por ende, antagónico con la libertad individual.


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