Es un hecho que el resultado de las elecciones en el Reino Unido han supuesto un jarro de agua fría para May y los conservadores, así como para la Unión Europea.
– Para May porque no tenía ninguna necesidad de jugársela, tenía todavía por delante tres años de gobierno, pero en un alarde desmedido de prepotencia optó por desafiar todo razonamiento y quiso adelantar los comicios confiada en que obtendría un resultado mejor aún del que ostentaba ya, todo con la clara finalidad de arroparse en una mayor legitimidad de su pueblo de cara a las complejas negociaciones venideras del Brexit con la UE. Resultado: acudirá a negociar con menos poder.
– Para la Unión Europea, tampoco es nada positivo, por mucho que pretendan esquivar el bulto y lanzar el mantra de que nada ha variado la hoja de ruta que no es otra sino terminar todo el proceso del Brexit antes de las elecciones europeas de junio del 2019 (momentum que además no puede ni debe de ser rebasado bajo ningún pretexto). Resultado: se encontrará a May más necesitada de dar un giro a la situación.
Y es que esa fecha límite no es un capricho. Tengan en cuenta que Reino Unido es un estado miembro de la Unión Europea y lo será siendo de pleno derecho mientras no la abandone, mientras no salga de ella. Y claro, ¿se imaginan ustedes que tengamos convocados los comicios al Parlamento Europeo y todavía no se sepa si los británicos pueden o no participar? Pues no, la verdad. Es por ello que las miras están puestas en el último pleno de la Eurocámara que es en abril del 2019, más que nada porque sería ahí donde estaría la última oportunidad de alcanzar un acuerdo.
¿Y ahora qué? Miren, una de las cuestiones básicas en las que no se ponen de acuerdo británicos y europeos es el timming. Reino Unido quiere negociar al mismo tiempo la salida de la UE y las nuevas relaciones que tendrán. En cambio, la UE quiere ir paso a paso, no quiere un pack con ofertas de descuento como en los comercios. Pretende primero hablar y negociar sobre el abandono y luego sobre las nuevas relaciones que regirán entre las partes.
Es cierto que el mal resultado electoral de los conservadores aboca a May a renunciar a un hard Brexit (Brexit duro), de manera que esta es la parte positiva. Pero también hay elementos negativos.
– Una primera lectura nos indicaría que al fin y al cabo hablamos de etiquetas (Brexit duro o light) y que es una soberana tontería.
– Una segunda lectura más inquietante nos diría que ahora May no tiene la misma fuerza que antes, que necesita buscar apoyos en su Parlamento y eso puede complicar en exceso un proceso ya de por sí turbio.
– Pero esperen, porque aún se puede poner peor la cosa. Una tercera lectura trataría de que esa debilidad que les acabo de comentar de Theresa May sea tan real y significativa, que le sea realmente difícil mantenerse en el Gobierno con la solidez, sobriedad y equilibrio necesario, por lo que finalmente se vea obligada a convocar otra vez elecciones anticipadas.