Luis de Guindos recurrió al catastrofismo para justificar el rescate estatal de las cajas que, de acuerdo con las últimas estimaciones del Banco de España, va a acarrear unas pérdidas superiores a los 60.000 millones de euros. Según el ministro de Economía, en ausencia del rescate público del sistema financiero, España tendría que haber abandonado el euro. Escaso precio, pues, el de esos 60.000 millones con tal de preservar la moneda única. Tales temores son, sin embargo, infundados. Nuestro país disponía de una alternativa razonable tanto frente al rescate público de las cajas cuanto frente a su quiebra y liquidación generalizadas: nos referimos a la imputación de pérdidas a los acreedores con el propósito de recapitalizar internamente a aquellas entidades con problemas (bail-in). Esta alternativa no habría abocado a la quiebra descontrolada de la banca ni tampoco habría comprometido dinero público. Es, de hecho, la vía que se habría empleado para reflotar al Popular en caso de que el Santander no hubiera acudido al rescate (es más: es la vía que se aplicó con los bonistas subordinados y convertibles del Popular como paso previo a su venta al Santander).
Es cierto que el bail-in no está exento de dificultades y que la imposición de quitas a los acreedores de las cajas podría haber desatado la desconfianza hacia la economía española, tensionando la agudísima crisis de liquidez de aquellos meses y forzándonos, en definitiva, a abandonar el euro. Tal escenario no es descartable, como tampoco lo es que, en los días posteriores al rescate estatal de las cajas, España igualmente estuvo a punto de salir del euro justo por culpa de ese rescate: no en vano, la fuga de capitales se aceleró después de que se dispararan las dudas sobre la solvencia de un Estado que estaba asumiendo un endeudamiento adicional de 60.000 millones de euros. Fue la providente intervención del Banco Central Europeo unas semanas después la que consiguió frenar el pánico: esa misma intervención del BCE es harto probable que también hubiese frenado el pánico de haberse aplicado el bail-in. El rescate estatal no evitó que saliéramos del euro: el BCE sí.