La gestación subrogada es una técnica de reproducción asistida más: del mismo modo en que la donación de gametos permite que aquellas parejas parcialmente estériles puedan llegar a concebir a sus retoños, la gestación subrogada permite el desarrollo de los embriones de aquellas parejas sin un útero capacitado para gestarlos (ya sea por lesiones en el útero o por su ausencia). Ciudadanos acaba de registrar una proposición de ley para legalizar en España la gestación subrogada de carácter altruista: sólo se permitirá que sean gestantes subrogadas las mujeres mayores de 25 años que ya hayan tenido previamente un embarazo exitoso, que posean una situación socioeconómica estable y que no sean las madres genéticas del embrión gestado; a su vez, quedará prohibido que los padres paguen a las gestantes subrogadas una suma de dinero superior a la necesaria para resarcirles los gastos propios de su embarazo. Muchos españoles siguen oponiéndose a esta técnica de reproducción asistida, aun con las cautelas legales interpuestas por Ciudadanos, debido a que temen una posible “explotación” de la mujer gestante por parte de padres acaudalados sin escrúpulos: a la postre, argumentan, sólo aquellas mujeres en situación de extrema pobreza aceptarían convertirse en gestantes subrogadas a cambio de algún tipo de remuneración bajo mano.
Sin embargo, más de 20 años de experiencia en aquellos países occidentales donde este método de reproducción asistida ya se halla legalizado desmienten tales temores: el perfil socioeconómico medio de las gestantes subrogadas en países como EEUU, Reino Unido o Canadá es el de mujeres blancas, cristianas, casadas, de clase media y con un nivel de educación superior al obligatorio (véase el paper Navigating Rough Waters: An Overview of Psychological Aspects of Surrogacy de Janice C. Ciccarelli y Linda J. Beckman). Su principal motivación para participar en este proceso no es la crematística (ni siquiera allá donde, como en EEUU, es legal pagarles cualquier cantidad), sino su altruismo y empatía hacia las parejas sin hijos así como su voluntad de realizar algún acto noble en sus vidas. No es casualidad: los propios padres buscan gestantes subrogadas sanas, autónomas, afectuosas, autosuficientes y confiables para que cuiden y protejan a sus hijos durante los nueve meses del embarazo. La gestación subrogada es, ante todo, un generoso acto de amor: amor de la gestante hacia los padres sin hijos y, muy especialmente, amor de los padres sin hijos hacia sus futuros vástagos. No hay ninguna razón moral para prohibirla.