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Rescates tóxicos

por Laissez Faire Hace 7 años
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El presidente de la Autoridad Bancaria Europea, Andrea Enria, ha reclamado que la Unión Europea establezca un “banco malo” comunitario que extraiga un billón de activos tóxicos de las entrañadas de las entidades financieras comunitarias. De este modo, argumenta, se rompería el círculo vicioso entre pérdidas bancarias, recorte del crédito y estancamiento económico: en teoría, dado que los activos tóxicos siguen castigando las cuentas de resultados de la banca, ésta no se lanza a conceder nuevos créditos, lo que a su vez vendría a lastrar la expansión europea. En contrapartida, si las pérdidas latentes a los activos tóxicos se trasladaran sobre los hombros de los contribuyentes, los bancos volverían a contar con músculo suficiente como para extender nuevos préstamos, dando así un impulso al conjunto de la economía. Guarda silencio Enria, sin embargo, con respecto a las repercusiones a largo plazo que semejante política acarrearía. Repercusiones que se resumen en dos palabras: riesgo moral.

El capitalismo es un sistema económico que coordina a los distintos individuos para que cada uno de ellos satisfaga las necesidades ajenas en la medida en que busca la satisfacción de las necesidades propias. Una de las condiciones indispensables para que esa labor coordinadora del capitalismo termine funcionando correctamente es que cada individuo internalice las recompensas y las penalidades que se deriven de sus decisiones: esto es, autonomía individual con responsabilidad. Si una persona no retiene las ganancias que ha generado a la hora de coordinarse eficazmente con los demás, entonces terminará tomando muchas menos decisiones correctas: ¿para qué esforzarse en hacer lo correcto cuando se cosecha lo mismo que haciendo lo incorrecto? Asimismo, si una persona no sufre los quebrantos implícitos a sus errores, entonces terminará tomando muchas más decisiones desacertadas: ¿para que esforzarse en evitar hacer lo incorrecto cuando equivocarse no va aparejado a ningún castigo? El riesgo moral es justamente el incentivo perverso a tomar malas decisiones cuando puedo descargar mis riesgos sobre el resto de la sociedad. La banca lleva una década llorando a los poderes públicos para que la blinden frente a su propia incompetencia: es decir, llorando para que sean los contribuyentes quienes paguen sus errores. Al margen de las más que discutibles ventajas que se le atribuyen en el corto plazo al rescate estatal de la banca, a largo plazo este tipo de políticas sólo instituye unos incentivos perversísimos que fomentan una imprudencia estructural dentro del sistema financiero. Más tóxico que los activos sería el rescate.


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