Durante estos meses de verano he pasado algunas semanas en Japón con un objetivo mitad de placer mitad de trabajo. En cuanto al trabajo me llamó extraordinariamente la atención el alto nivel de automatismo que presenta el país. No sólo en las unidades de producción de sus principales compañías, las cuales visité absorto tengo que decir, sino en muchas de las actividades diarias que aquí en Europa son realizadas por seres humanos, mientras que en Japón están totalmente automatizadas. Pondré un ejemplo. En muchos restaurantes únicamente tienen a los cocineros como empleados humanos. Primero se elige y se paga en una máquina expendedora lo que se quiere tomar, y luego te lo envía a la mesa una cinta transportadora. Un ejemplo claro de cómo un restaurante que habría empleado normalmente a más de 10 personas, termina funcionando con tres o cuatro.
Esto es una constatación más del proceso irreversible de sustitución laboral del ser humano por robots. Una automatización a nivel general que traerá consigo no sólo un incremento sustancial de la tasa de paro estructural global, sino de un incremento notable de la desigualdad de ingresos, -la inteligencia artificial y la automatización generalizada amenaza con eliminar 25 millones de puestos de trabajo en 2027 sólo en EE.UU.
Para evitar el incremento de la desigualdad algunos académicos y empresarios están planteando la posibilidad de que los robots paguen impuestos. Los investigadores de la Northwestern University, afirman “nuestro análisis sugiere que sin cambios en el actual sistema fiscal de Estados Unidos, una caída considerable en los costos de la automatización conduciría a un aumento masivo en la desigualdad de los ingresos”.
Estos investigadores dan una opción para reducir en parte este problema, “encontramos que la desigualdad de los ingresos puede ser reducida elevando las tasas impositivas marginales y poniendo impuestos a los robots”.
La idea de gravar a los robots fue propuesta previamente por el co fundador de Microsoft Bill Gates, quien afirmó que los robots que quitan puestos de trabajo a los seres humanos deberían pagar impuestos. La Unión Europea también estudió modificaciones en su legislación para gravar a los propietarios de robots, y destinar esos fondos a la formación de trabajadores que pierden sus puestos de trabajo, aunque finalmente lo rechazaron.
Estos investigadores concluyeron que la cantidad de robots que deberían someterse a los impuestos dependería de cuántos empleos hayan sido ocupados por estos robots. Esta fórmula funcionaría para una sociedad en la que los trabajos hayan sido parcialmente automatizados, añadieron. Los dueños de estos robots pagarían estos reembolsos al gobierno para asegurar un ingreso mínimo para todos los trabajadores.
Una vez que hay una automatización completa el gobierno no debería gravar los robots, según los investigadores de la Universidad Northwestern.
En resumen, cada vez se hace más patente que el aumento de la automatización del mercado laboral a nivel global genera problemas económicos de importante calado. La pérdida de un gran número de empleos aumentaría la desigualdad de forma importante, que vagamente se reduciría con medidas impositivas como la que hemos comentado. ¿Habría beneficios? Sí, pero sobre todo para los grandes capitales.