Vamos a ver tres falacias económicas que explica muy bien Sean Masaki Flynn y que están de plena actualidad. Seguro que muchas personas se sorprenderán.
– La masa laboral: se suele presentar un argumento como solución al desempleo que no es otro que pensar que existe una cantidad fija de trabajo que se puede dividir entre tanta gente como se quiera. La idea es que si conviertes una semana laboral de 40 horas en una de 20 horas, las empresas tendrán que contratar al doble de trabajadores. Que le pregunten a Francia cómo les fue tras reducir la semana de trabajo a 35 horas. Y es que contratar nuevos trabajadores conlleva gastos fijos como la Seguridad Social, de manera que sale más caro tener a dos trabajadores 20 horas a la semana cada uno que un solo trabajador 40 horas a la semana.
– El proteccionismo es positivo como defensa frente a la competencia extranjera: el proteccionismo se podría definir como aquella doctrina o rama económica que está a favor de que un país proteja aquello que produce frente a los productos de otros países que le suponen una competencia y para ello utiliza diversos medios tales como los derechos de aduana y otras restricciones a las importaciones.
Así pues, se basa en la protección de la economía de un Estado frente a la presunta amenaza que le supondría la importación de productos y bienes de otras economías que son competencia directa. Para ello, se instauran tasas aduaneras y otros tributos impuestos a todos aquellos productos o bienes que procedan del exterior, con la clara intención de obtener un saldo positivo con las transacciones comerciales a nivel internacional.
El problema es que se corre el riesgo real de que algunos bienes no puedan ser adquiridos por todo el mundo y que puede provocar el cierre de determinados mercados, con el consiguiente efecto pernicioso para la economía. Además, otros países podrían adoptar la misma postura, con lo que la libre circulación de mercancías y bienes quedaría claramente en entredicho y comprometida.
– Salarios bajos en el extranjero implican que los países ricos no pueden competir: se dice mucho que las empresas de los países ricos no pueden competir con las empresas de los países en vía de desarrollo por las enormes diferencias de salarios. Bien, vamos a verlo comparando una fábrica de USA con una fábrica de un país mucho más pobre…
Pongamos que la fábrica de USA paga a sus trabajadores 20 dólares la hora y la fábrica del otro país paga 4 dólares la hora. Se podría pensar que como los costes laborales en la fábrica extranjera son mucho más bajos, ésta puede vender a precios más bajos que la fábrica de USA. Pero este argumento no tiene en cuenta dos cosas:
Lo que en realidad cuenta son los costes laborales por unidad, no los costes laborales por hora.
Las diferencias en productividad suelen significar que los costes laborales por unidad son, con frecuencia, casi idénticos, a pesar de la enorme diferencia en costes laborales por hora.
Y es que como la fábrica de USA utiliza una tecnología mucho más avanzada, un trabajador puede producir 20 unidades de producto en una hora y gana 20 dólares la hora, de manera que el coste por unidad de producto es 1 dólar. En cambio la otra fábrica es menos productiva, un trabajador produce sólo 4 unidades en una hora y al ser el salario 4 dólares la hora el coste laboral por unidad de producto es también 1 dólar. Por tanto, no pueden vender su producto a un precio más bajo que la fábrica de USA.