El consejero delegado de JP Morgan, Jamie Dimon, ha llamado “estúpidos” a todas aquellas personas que invierten en Bitcoin, la criptodivisa que mayor popularidad ha alcanzado durante los últimos años. Según su punto de vista, Bitcoin es un fraude mayor que la burbuja de los tulipanes en el siglo XVII, motivo por el cual habría que alejarse radicalmente de él. Salvando las distancias, a muchos críticos de Bitcoin les sucede algo parecido que a los críticos de la inversión en oro: no entienden de qué estaban hablando. Las burbujas surgen cuando se valora infladamente un activo en relación con los rendimientos que proporcionará en el futuro: si un local comercial puede alquilarse por 10.000 euros anuales y lo compro por un millón de euros, estoy abonando un precio burbujístico (estoy pagando el equivalente a 100 años de alquiler para apenas lograr una exigua rentabilidad del 1% anual). El oro o Bitcoin, en cambio, ni proporcionan ni prometen proporcionar ningún rendimiento explícito: no son un activo productivo, sino un activo monetario. Y como activos monetarios, su demanda final pretende utilizarlos o como medio de intercambio o como depósito de valor: por tanto, su precio depende enteramente de la cantidad de usuarios que quieran deseen para tales propósitos.
Si aumenta ese número de usuarios —así como el grado de interés de cada usuario—, el precio de Bitcoin necesariamente aumentará sin que por necesidad se esté gestando ninguna dinámica burbujística; si, en cambio, el número de usuarios se reduce, su precio pinchará. Por consiguiente, que los precios de Bitcoin hayan subido como la espuma durante años no es indicativo de absolutamente nada salvo de su expansivo uso ligado a su creciente notoriedad. Nada de lo anterior significa, claro, que comprar Bitcoin no implique riesgos: al contrario, los riesgos son muy sustanciales porque el futuro de la divisa es incierto. ¿Habrá en algún momento desbandada de usuarios ante alternativas mejores? No lo sabemos. Pero una cosa es pronosticar que Bitcoin no va a ser utilizado como moneda en el futuro (o que el oro dejará de ser un activo refugio a lo largo de las próximas décadas) y otra, muy distinta, es calificarlo de fraude y llamar estúpidos a toda su comunidad de inversores. Futuro incierto no es lo mismo que estupidez o fraude. Así que una de dos: o Dimon no entiende Bitcoin (estupidez) o Dimon sí entiende Bitcoin y difunde mentiras (fraude). Quizá cuando abrió la boca estaba pensando en sí mismo.