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Seis trimestres de estancamiento salarial

por Laissez Faire Hace 7 años
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2015 fue el último ejercicio en el que los salarios medios de la economía española repuntaron tímidamente. Desde entonces, el coste laboral de las empresas españolas lleva seis trimestres cayendo. En el segundo trimestre de 2017, según publicó hace escasos días el Instituto Nacional de Estadística, se redujo un 0,2%. Desde finales de 2015, lo ha hecho en un 3,3%. Todo ello sin tener en cuenta la influencia diluyente de la inflación. Podrán parecernos pésimos datos, pero lo cierto es que el proceso de contención, y recorte, salarial es en gran medida imprescindible para que nuestra economía siga recuperando competitividad, incrementando sus exportaciones y creando empleo.

Según cálculos de BBVA Research, entre 1997 y 2007 (durante la burbuja), la competitividad de España se deterioró cada año a un ritmo medio del 1,7% anual. Las razones principales que explicaron este fortísimo retroceso (que se materializó en déficit exterior expansivo) fueron la caída de la productividad, las alzas de precios y los incrementos salariales. Entre 2008 y 2013 (durante el pinchazo de la burbuja y antes de la recuperación), recuperamos una competitividad media del 0,7% anual gracias al incremento de la productividad (en gran parte ligada a la destrucción de todo el empleo improductivo), pero las alzas de precios y salarios evitaron que esa ganancia fuera más intensa. Y a partir de 2014 (con la recuperación), estamos ganando competitividad a un ritmo del 0,8% anual pero sólo merced a la contención salarial y de precios, dado que nuestra productividad está volviendo a caer (pues el nuevo empleo creado es menos productivo que el existente). Así las cosas, mientras la productividad no crezca, los salarios seguirán estancados para permitir la creación de nuevo empleo.

Con todo, también hemos de tener presente que el dato de que los costes laborales se han reducido un 3,3% desde finales de 2015 es un dato agregado y promedio, esto es, un dato que no mide exclusivamente la evolución de los salarios ordinarios y un dato que, además, no toma en consideración la diversidad de sectores económicos que componen la economía española. De hecho, si en lugar de medir la evolución del coste laboral analizáramos la del coste salarial ordinario (sin incluir cotizaciones sociales y pagas extraordinarias), descubriríamos que los salarios ordinarios apenas han caído un 0,7% desde finales de 2015. Por consiguiente, el salario base mengua mucho menos que el 3,3% estimado por el INE para la totalidad del coste laboral.

A su vez, si desagregáramos sectorialmente el guarismo anterior, también observaríamos una marcada diversidad en la evolución salarial entre sectores. Por ejemplo, los salarios ordinarios en la división de “publicidad y estudios de mercado” han crecido un 9% en el último año y medio; en la de “confección de prendas de vestir”, un 8%; en “fabricación de productos farmacéuticos”, un 7%; en “industria de cuero y calzado”, otro 7%; en la de “servicios de comidas y bebidas”, un 5%; en la metalurgia, otro 5%, etc. En la otra cara de la moneda, se hallan actividades como la “construcción de edificios”, cuyo salario ordinario se reduce un 1%; el “transporte aéreo”, que cae un 2%; las “telecomunicaciones”, que se reduce un 4%; o las “actividades asociativas”, que se deprecia un 6%.

En definitiva, la mayor parte de la economía española —no toda ella— continúa inmersa en un proceso de deflación salarial que es condición indispensable para poder seguir creando empleo a falta de una mejora sostenida de la productividad. Por supuesto, todos desearíamos que la productividad despuntara para que, de ese modo, pudiéramos ganar competitividad sin necesidad de contener los salarios: pero para que nuestra productividad mejore muy apreciablemente a medio-largo plazo necesitamos de una profunda liberalización económica y de una fuerte bajada de impuestos que contribuya a transformar, capitalizar y dinamizar nuestra economía. De momento, no estamos haciendo nada para conseguirlo.


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