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Las emociones en bolsa son nuestro peor enemigo

por Carlos Montero Hace 7 años
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En algunas ocasiones publicamos en estas páginas la importancia del control emocional para tener éxito en los mercados financieros. Recogemos los consejos de especialistas de psicología de trading para reducir lo más posible el sesgo emotivo en nuestras operaciones. Es uno de los pilares básicos en la operativa financiera de los traders profesionales.

En esta ocasión lo que vamos a relatar es la experiencia de uno de los traders profesionales de mercado más exitosos, Jim O’Shaughnessy, en la que explica como lidió el crash de 1987, y como aprendió la lección de mercado más importante, que a la postre le ha llevado a mantenerse en este mundo durante tantas décadas. O’Shaughnessy señala lo siguiente:

Tenía 27 años cuando me tocó lidiar con el crash de 1987. Llevaba invirtiendo, o más apropiadamente, especulando en los mercados desde que tenía 21 años. Por aquel tiempo, yo usaba diferentes metodologías operativas para comprar y vender valores, pero también hacía caso a las noticias y los análisis financieros que se publicaban en los medios de comunicación.

Durante semanas antes del crash, estuve acumulando fuertes posiciones bajistas en el S&P 500 mediante opciones de venta (put). Justo antes del crash, tenía la mayor posición bajista de mi carrera, que sufría fuertes pérdidas. Muchas de estas puts estaban muy fuera del dinero, y mi preocupación es que expiraran y perdiera toda la inversión.

El viernes 16 de octubre el Dow Jones perdía un 4,6% de su valor. Entonces cometí lo que ha sido el mayor error de toda mi carrera. Aproximadamente media hora antes del cierre de la sesión, yo me deshice de toda mi posición de venta sin pérdidas ni beneficio. Me dejé llevar por las emociones que me atenazaron al leer y escuchar a muchos analistas señalar que las caídas que estábamos viendo eran una clara sobrerreacción, y que el lunes se recuperaría gran parte de las pérdidas. El siguiente lunes 19 de octubre (lunes negro), el Dow Jones bajó 508 puntos, un 22,6%, en lo que ha sido la mayor caída en un solo día de la historia en los mercados de valores.

Si hubiera mantenido mis posiciones hubiera hecho una fortuna no tan pequeña, en lugar de eso, salí prácticamente a la par. Pero como he reflexionado, y publicado, en muchas ocasiones, aquella operación fue la más beneficiosa de mi vida.

Esa operación me envió al camino en el que voy actualmente. Llegué a la conclusión que mis emociones eran mi peor enemigo en el mercado, y que escuchar las predicciones de los gurús y otros pronosticadores de mercados es peor que inútil, es destructivo. También abrió mis ojos a cómo las reacciones tempranas de los medios de comunicación a tales acontecimientos trascendentes, son casi siempre espectacularmente equivocadas.

Fue la mejor llamada de atención que podría haber recibido. Resolví empezar a buscar estrategias de inversión apoyadas empíricamente  que resistiesen la prueba del tiempo. Me hizo entender que para tener éxito en el largo plazo, tenía que orientar mis inversiones a ese horizonte temporal. Pensé que debería averiguar que estrategias tenían un mejor comportamiento durante períodos mucho más largos, y cuáles tenían las tasas de éxito más altas en comparación con sus referencias.

Lo más importante, que se cimentó en mí para siempre, que si bien en muchas áreas de la vida las emociones son muy positivas, en el mundo de la inversión son el peor enemigo.


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