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El FMI alertaba ayer en su Informe de Estrategia Financiera sobre el fuerte crecimiento de la deuda de las familias a nivel mundial.

Según los datos de la entidad supranacional, entre 2008 y 2016 la deuda de las familias ha subido en 11 puntos sobre el PIB en las economías desarrolladas hasta un 63% y en 6 puntos hasta un 21 % en las economías en desarrollo.

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Detrás de la inquietud del FMI se esconde un razonamiento lógico, condicionado como no podría ser de otra forma al nivel de la deuda. En definitiva, un aumento del endeudamiento de las familias tendría efectos económicos positivos en el corto plazo, pero podría suponer en caso de ser excesivo una mayor amenaza a medio plazo para la estabilidad macroeconómica y financiera. Desde una perspectiva empírica, esto secuencia de acontecimientos ha sido más frecuente en los países desarrollados que en los emergentes donde la exclusión financiera es mucho mayor. 


¿Cómo mitigar este riesgo? El FMI alude a una combinación adecuada de instituciones, regulaciones y políticas sólidas. Una mejor regulación y supervisión, una menor dependencia del ahorro externo, tipo de cambio flexible y luchar contra la desigualdad de ingresos podrían suavizar el impacto de un aumento de la deuda de las familias.

En España hay con todo importantes factores diferenciales. El primero y más contundente se refiere precisamente a la deuda de las familias que a contracorriente de la tendencia mundial se ha ajustado con fuerza durante la crisis. Y un ajuste, el desapalancamiento de las familias, que aún no ha finalizado.

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Los niveles actuales de deuda de las familias españolas no están ya lejos de la media europea, tras un ajuste acumulado superior al 35 %. Por otro lado, un nivel marginal más elevado al de países como Francia y Alemania explicables dado el mayor sesgo en España hacia la vivienda en propiedad. Este sería el segundo factor diferencial. En las economías desarrolladas la deuda hipotecaria supone ahora un 50 % de la deuda familiar cuando en España es cercana al 70 %.

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El FMI pide de forma implícita acompasar el crecimiento de la deuda familiar al propio crecimiento de la economía. Y esto bajo unas condiciones financieras excepcionalmente expansivas. La clave entonces no es tanto que las familias limiten su endeudamiento como fomentar un mayor crecimiento económico. Un aumento del crecimiento potencial pasa por medidas de oferta, dotando a la economía de mayor flexibilidad y dinamismo, cuando las medidas de demanda pueden comenzar a generar dudas sobre su eficiencia con mayores riesgos a medio plazo. Especialmente en el caso de la política monetaria.


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