Les contaré una anécdota: Hace ya muchos años, un compañero de mesa operativa me confesó que había tomado una posición extremadamente fuerte en un valor londinense. “El problema, es que el título se ha desplomado. “Ha sobrepasado todos los stops que había fijado mentalmente, y que no he ejecutado, y ahora no sé qué hacer. Estoy que me muero de los nervios”, me comentó.
Le recomendé que se tomara la tarde libre, que fuera a nadar –le encantaba nadar-, y que mañana, si la situación no había mejorado, que vendiera toda su posición y asumiera las pérdidas. Así lo hizo.
El hecho fue, que aquella misma tarde, el valor fue opado por una compañía estadounidense, con una prima de cerca del 40%. Las posiciones de mi compañero pasaron de una sustancial pérdida, a un importante beneficio. Pasó de arriesgar su puesto de trabajo, al menos de haber recibido un fuerte tirón de orejas, a cobrar un generoso bonus por beneficio. La suerte pudo determinar en aquel momento el destino de mi compañero.
Les cuento esto porque creo que el papel de la suerte se ha infravalorado mucho en el mundo financiero y empresarial. El papel de la suerte en un gestor financiero parece más intuitivamente entendible, pero también tiene una gran relevancia en el mundo de la empresa.
Se han publicado muchos estudios académicos donde se analiza el papel de la suerte en el éxito o fracaso de los principales directivos de una empresa. Entre ellos destacamos los trabajos de la Escuela de Negocios de Harvard o de la Universidad de Oslo.
Se pueden sacar varias conclusiones de esos estudios:
- Las habilidades cognitivas y no cognitivas tienen un papel muy importante a la hora de aumentar la probabilidad de que un directivo siga promocionando en su profesión. Aquellos con altas capacidades, sobre todo las no cognitivas como la comunicación, aumentaban sensiblemente su probabilidad de convertirse en directores generales.
- Sin embargo, otras características como la presencia o la altura, también tenían un papel importante en esta promoción. Aquellos ejecutivos más atractivos (de ambos sexos), tienen mayores posibilidades de alcanzar los niveles más altos en las pirámides organizativas. Podríamos decir lo mismo de los más altos.
Vemos como parte del éxito de un alto directivo viene dado por sus cualidades intrínsecas, ya sean intelectuales o físicas.
Aunque muchos estudios muestran que entre el 2% y el 22% del rendimiento de una empresa es atribuible a su director general, el éxito o fracaso en la actuación de éste pueden ser debidos simplemente al resultado del azar.
Una serie de buenos “golpes de suerte” pueden crear la ilusión de un efecto “CEO”.
Las teorías que apoyan la eficiencia del mercado sostienen que los directivos más preparados o más beneficiosos para sus compañías serán los que ocupen los primeros niveles de la pirámide organizativa. Muchos estudios académicos nos muestran que esto no siempre es así, y que motivos externos, entre los que se incluyen la suerte en un momento dado, puede provocar el ascenso de una persona determinada en detrimento de otra más válida para la compañía.
En el otro lado, los factores externos también pueden ser la causa del fin de las carreras de estos gestores. Según han mostrado los datos históricos, los altos ejecutivos tienen muchas más probabilidades de ser despedidos después de que sus compañías hayan sido golpeadas por una recesión económica, lo cual, obviamente, tiene poco que ver con su actuación.
La caída de rendimiento del conjunto de la industria también aumenta la probabilidad de despido. Una bajada en el rendimiento que probablemente no estará relacionada con el papel de estos consejeros.
Extrapolando estos datos al mercado de valores, existe una teoría sobre la aleatoriedad de la evolución de las bolsas. Esta teoría defiende que los movimientos de las acciones no pueden ser predichos de forma consistente, por lo que el rendimiento de las operaciones en estos activos será completamente aleatorio en ausencia de informaciones privilegiadas u otros factores que distorsionen el mercado.
Los grandes inversores como Warren Buffet, George Soros, Benjamin Graham, Peter Lynch, John Templeton… simplemente serían el resultado estadístico inevitable de una gran muestra de resultados aleatorios. Por estadística siempre habrá algunos individuos que acierten mucho más que el promedio.
No estoy de acuerdo completamente con la teoría de la aleatoriedad de las bolsas, como ya les he expuesto en otras ocasiones, aunque parece evidente que la suerte presenta un papel relevante en el resultado final.