El Eurosistema elabora cada seis meses una encuesta entre bancos sobre los términos de financiación en el mercado de deuda y derivados. La encuesta es parte de un esfuerzo a nivel internacional que evalúa la salud de los mercados de crédito. El objetivo final es triple: la estabilidad financiera, el funcionamiento del mercado y los objetivos de política monetaria.
¿Las conclusiones? Estabilidad. Pero también estabilidad tras un fuerte deterioro de las condiciones de crédito observado durante buena parte del año pasado.
Y estabilidad en la liquidez y profundidad de mercado, tras el importante deterioro que mostró la misma encuesta en 2016
La Directora Gerente del FMI advertía durante el fin de semana sobre la prioridad de mantener unas condiciones financieras laxas. Y naturalmente esto requiere que los bancos centrales sigan primando la estabilidad financiera, en un contexto donde los niveles bajos de inflación ofrecen margen de maniobra para hacerlo. Pero, en paralelo, Lagarde también reconocía en su presentación la existencia de riesgos derivados de mantener una política monetaria tan laxa durante demasiado tiempo. La solución para ella partía de la necesidad de que los bancos centrales prioricen su estrategia de comunicación.
Pocos discuten ya que la normalización monetaria debe comenzar. En Estados Unidos la Fed ya ha comenzado a reducir su balance. Y muchos analistas esperan un anuncio del BCE en noviembre anticipando su estrategia futura del QE. Las medidas de política monetaria no convencional han sido útiles en una situación límite, que partía de que la transmisión de la política monetaria tradicional no era eficiente en un contexto de restricción financiera derivada entre otros factores de unos mercados de financiación que no funcionaban. Encuestas como la conocida hoy, unida al crecimiento del crédito bancario, muestran como las condiciones de financiación no sólo son favorables como que lo son cada vez más de forma autónoma sin el apoyo del banco central.
Todo esto acentúa el debate sobre el equilibrio entre los potenciales beneficios y los costes de mantener unas condiciones financieras demasiado laxas. Y uno de estos potenciales costes en el futuro puede ser la propia estabilidad financiera que ahora parece garantizada.