Vamos a ver un poco el tema de la reforma fiscal de Trump, en qué consiste y por qué genera tanta polémica, porque la verdad es que el tema no está nada claro.
El secretario del Tesoro de USA, Steven Mnuchin, comentó hace unos días que si el Congreso no aprueba la reforma fiscal Wall Street sufriría una caída significativa y que espera que todo quede resuelto antes de finalizar el año.
La prueba de que Wall Street está muy atento a todo este tema es que dicha reforma fue muy bien acogida por las Bolsas norteamericanas, marcando máximos históricos en varias ocasiones descontando que saldrá adelante finalmente.
Entre otras medidas, la reforma fiscal contempla una rebaja del impuesto de sociedades del 35% al 20%, reduce el tope para las rentas más altas (del 39,6% al 35%) y duplica el mínimo exento. El lema es ya de sobra conocido: es la mayor rebaja fiscal de la historia.
La cuestión es que el Senado dio un paso más en esta dirección votando a favor del proyecto de presupuestos federales para el 2018. Trump, tras el fracaso de su reforma sanitaria, no puede permitirse otro resbalón y está dispuesto a hacer todo lo que sea necesario y para ello se ha recurrido a un mecanismo llamado reconciliación, mediante el cual podrían aprobar la ley de la reforma tributaria gracias a una mayoría simple de los 100 senadores, que en teoría tienen asegurados (52 republicanos y 48 demócratas), en lugar de los 60 que normalmente necesitaría esta cámara. De todas maneras, tienen la mosca detrás de la oreja porque con esa mayoría simple no fueron capaces de echar abajo el Obamacare, de manera que Trump intenta también impulsar medidas referentes a la cobertura sanitaria y los seguros mediante órdenes ejecutivas.
El Consejo de Asesores Económicos de la Casa Blanca ha realizado un estudio en el que estima que la reforma fiscal supondría un incremento de los salarios de los hogares en unos 4.000 dólares anuales y que esto sería en un escenario muy conservador, que en realidad podría ser una cantidad mayor. El razonamiento es el siguiente: una rebaja a las empresas del impuesto de 35% a 20% les permitiría invertir más en bienes de capital (máquinas), de manera que producirían más y podrían de esta manera aumentar los salarios de sus trabajadores.
Pero hay quienes no opinan así, el líder de los demócratas en el Senado dicen que este argumento es una manipulación de números y de hechos. En honor a la verdad, habría que decir cómo podría Trump compensar la caída de los ingresos sin elevar el déficit. También el premio Nobel de economía Joseph Stiglitz ataca esta reforma fiscal comentando que en verdad favorecerá a la clase rica del país, corporaciones y empresas, por lo que aboga por reducir los impuestos para aquellas compañías que inviertan en USA y creen empleos, e incrementar los impuestos para aquellas que no lo hagan. Digamos que los detractores argumentan que la inversión es financiada en gran medida por deuda, y los pagos de intereses son deducibles de impuestos, por lo que el impuesto corporativo reduce el coste de capital y los retornos de la inversión proporcionalmente. Por lo tanto, no creen que los impuestos corporativos irá a incrementar la inversión o el empleo.
Por tanto, la idea es que los cambios más importantes no se aplicarán a los contribuyentes individuales como muchos creen, sino a las compañías, de ahí surgen las eternas preguntas y un clásico debate: ¿la reducción de impuestos a las empresas es buena para las clases medias? ¿O simplemente es dinero “regalado”para los directores ejecutivos y accionistas? ¿Pero luego qué? ¿Invertirán más las empresas, contratando más personal y pagarán mejor a sus trabajadores?