El liberalismo es una filosofía política fundamentada sobre el valor de la libertad individual: un enfoque moral que busca descubrir cuáles son las instituciones sociales que contribuyen a garantizar la coexistencia pacífica de los planes de acción de cada una de las personas. Se trata ésta de una definición minimalista del liberalismo que prácticamente cualquier liberal puede compartir. Ahora bien, precisamente por tratarse de una definición minimalista —y porque su aplicabilidad a situaciones y contextos diferentes no es siempre ni automática ni evidente—, es del todo normal que los liberales discrepemos sobre multitud de asuntos, tanto en aspectos esenciales como en cuestiones contingentes.
Así, en cuestiones esenciales podemos encontrarnos, por ejemplo, con liberales (normalmente denominados “liberal-conservadores”) que consideran el respeto a la tradición recibida —incluso a costa de renunciar a ciertas parcelas de la libertad individual— como parte estructural e indispensable de aquellas instituciones que, en última instancia y a largo plazo, permiten salvaguardar la libertad individual; pero también con otros liberales (normalmente denominados “liberal-progresistas”) que consideran que determinadas tradiciones pueden conculcar las libertades personales tanto (o, en algunas ocasiones, incluso más) que los propios Estados y que, en consecuencia, deben ser sometidas a un análisis moral crítico aun reconociendo nuestras inerradicables limitaciones cognitivas para conocer todas las consecuencias no intencionadas de nuestras decisiones.
Asimismo, otras cuestiones esenciales disputadas dentro del liberalismo brotan a partir de un desencuentro metapolítico: dónde y cuándo empieza la personalidad jurídica. Si, por un lado, consideramos que sólo los seres humanos pueden ser sujetos de derecho, entonces inevitablemente habrá que posicionarse en contra de los denominados “derechos de los animales”; en cambio, si modulamos el reconocimiento de personalidad jurídica en función de la heterogénea capacidad de agencia de los distintos entes, entonces cabrá reconocer (aun limitadamente) ciertos “derechos animales”. Si, por otro lado, juzgamos que la personalidad jurídica arranca con la existencia de vida debido a su potencialidad de agencia —aun cuando carezca de capacidad de obrar presente—, entonces será coherente reconocerle al nasciturus el derecho a la vida (y repudiar el aborto como un asesinato); si, por el contrario, condicionamos la personalidad jurídica a otra métrica que vuelva no sólo posible sino muy probable la materialización futura de capacidad de agencia (por ejemplo, un determinado nivel de desarrollo embrionario), entonces el derecho a la vida no arrancaría con la existencia y, en consecuencia, el aborto sería permisible dentro de ciertos límites.
Los desacuerdos no se producen, claro está, sólo sobre materias esenciales, sino también en asuntos mucho más contingentes. Por ejemplo, aun cuando un liberal pueda posicionarse en abstracto a favor del derecho de secesión política, puede oponerse a la independencia de Cataluña tal cual se desarrolla en las condiciones actuales (quiebra institucional unilateral del ordenamiento jurídico español; promoción de la secesión por formaciones nacionalistas y, por tanto, liberticidas, etc.); a su vez, por supuesto, un liberal también puede defender la independencia de Cataluña a pesar de aquellas circunstancias que podrían volverla desaconsejable (de la misma manera que puede defenderse la libertad de expresión o de pensamiento a pesar de que vaya a instrumentarse para defender ideas liberticidas).
A su vez, habrá liberales que expresen públicamente su apoyo a la presidencia de Donald Trump por cuanto juzguen que, de todas las opciones electorales posibles para EEUU, ésta era la menos lesiva para la libertad individual; y, por el contrario, también habrá liberales que consideren un error estratégico mostrar algún tipo de complacencia intelectual hacia una presidencia nacionalpopulista aun cuando verdaderamente fuera el mal menor (trasladado al ámbito nacional: ¿deben los liberales mostrarse entusiasmados con Ciudadanos aun siendo males menores a Podemos?).
Con todos estos ejemplos no pretendo caer en una desagracia de relativismo liberal según el cual todas las posturas resulten igualmente válidas o acertadas. No: tan sólo pretendo ilustrar que es del todo razonable que los liberales discrepemos en multitud de cuestiones aun compartiendo una misma visión sobre cuáles deberían ser los principios fundacionales de nuestras comunidades políticas.
El Instituto Juan de Mariana nació con el propósito, tal vez muy ambicioso pero no por ello improcedente, de convertirse en la casa de todos los liberales de habla hispana. Con tal objetivo en mente, es obvio que el Instituto siempre ha acogido con normalidad y tolerancia intelectual las muy diversas visiones acerca de qué es y cómo debe desplegarse el liberalismo: si cerráramos el acceso al Instituto sólo a algunas corrientes liberales, entonces no sólo devendríamos representantes de una facción concreta dentro del liberalismo, sino que asfixiaríamos el debate ideológico interno que tan necesario resulta para perfilar sostenidamente las ideas y los ideales del liberalismo.
De ahí que el Instituto Juan de Mariana siempre haya hecho gala, y vaya a seguir haciéndolo, de una exquisita imparcialidad entre las distintas corrientes liberales: no es que los integrantes del equipo directivo no exhibamos posturas, en ocasiones muy marcadas y contundentes, con respecto a muchas de las polémicas anteriores; es que no debe confundirse la opinión que muchos mostramos a título personal con el posicionamiento institucional del Instituto. Como directivos nos sentimos orgullosos de estimular un debate en el que participen aquellas ideas de las que, como intelectuales, discrepamos.
En 2017, los miembros del Instituto hemos debatido hasta la saciedad sobre multitud de cuestiones controvertidas. Y en 2018 lo seguiremos haciendo: porque las ideas no sólo deben ser divulgadas, sino continuamente repensadas a la luz de nuevos argumentos y de nuevas evidencias. Sólo así podremos honrar nuestra meta de convertirnos en la casa de los liberales.