Zapatero reformó las pensiones públicas en 2011: elevó la edad de jubilación hasta los 67 años; estableció que la base reguladora se calculara a partir de los últimos 25 años de vida laboral; e incrementó hasta 37 el número de años necesarios para cobrar el 100% de la pensión. A su vez, Rajoy volvió a reformar las pensiones en 2013: estableció el factor de sostenibilidad intergeneracional y las desindexó del IPC. El propósito de ambas reformas era recortar las pensiones por la puerta de atrás: en lugar de decretar una rebaja generalizada de las prestaciones por jubilación, viudedad, incapacidad u orfandad, se urdieron mecanismos para diluir su poder adquisitivo con el paso del tiempo. No por sadismo hacia los pensionistas, sino porque la situación financiera de la Seguridad Social era —y, en gran medida, sigue siendo— insostenible en el largo plazo, de modo que se volvía inevitable ajustar los gastos. De entre todos esos mecanismos para enmascarar el recorte de las pensiones, probablemente el más conocido sea su desindexación del IPC: desde 2014, las prestaciones de la Seguridad Social no se revalorizan automáticamente para evitar su pérdida de poder adquisitivo, sino que apenas crecen un 0,25% al año con independencia de cuál haya sido la inflación acumulada durante el ejercicio.
Esta misma semana, hemos podido leer en la mayoría de medios de comunicación que “los pensionistas han vuelto a perder poder adquisitivo en 2017”, dado que el IPC aumentó un 1,2%, mientras que las pensiones apenas se han revalorizado un 0,25%. Desde Unidos Podemos, de hecho, han reclamado nuevamente el retorno a las reglas de indexación previas a 2013 para que se reviertan las pérdidas de poder adquisitivo sufridas entre 2014 y 2017. Sucede, sin embargo, que los pensionistas no sólo no han perdido poder adquisitivo desde que el PP aprobó su reforma sino que lo han ganado: no porque el objetivo de esa reforma fuera que lo ganaran —al contrario—, sino porque los precios evolucionaron de un modo distinto al previsto. Así, mientras que los precios no han aumentado entre 2014 y 2017, las pensiones sí se han revalorizado un 0,25% cada año. En otras palabras, entre 2014 y 2017, el IPC apenas ha crecido un 0,35%; en cambio, las pensiones se han incrementado un 1% en términos nominales. ¿Resultado? Durante ese período, las pensiones se han revalorizado un 0,65% en términos reales. Los recortes, eso sí, llegarán en el futuro.