"El rey ha muerto, viva el rey" es una expresión usada desde el siglo XIII en Europa, con el objeto de que no hubiera una sensación de vacío en el poder monárquico. Los reyes cambiaban, sus políticas también, pero la monarquía permanece. Bien, pues esta misma expresión podemos utilizarla ahora para los mercados. El sentido sería diferente. Ahora simbolizaría el fin de una normalidad en los mercados, y la sustitución por una nueva.
Este cambio nos lo explica muy bien Nicolás López de M&G Valores:
El reciente aumento de la volatilidad en los mercados puede verse como el reflejo de la incertidumbre de los inversores sobre el escenario de la economía en los próximos años. La recuperación tras la Gran Recesión se ha traducido en un escenario muy estable para la economía en los últimos años, caracterizado por unas expectativas de crecimiento moderado sostenido y una inflación muy baja. Esto ha permitido unas políticas monetarias muy expansivas de los bancos centrales, y todo ello ha supuesto un entorno inmejorable para los mercados, De alguna forma los inversores tenían un escenario muy definido y estable en el que basar sus estrategias de inversión. La aceleración del crecimiento global en los últimos trimestres, el endurecimiento de la política monetaria de la Fed y las expectativas de que el BCE vaya a seguirle próximamente parecen apuntar a que el escenario que nos ha acompañado en estos años está llegando a su fin pero no está claro todavía cómo va a ser el que venga en su lugar.
En un ciclo normal, una vez la recuperación tras la recesión se consolida los bancos centrales suben los tipos de interés que se habían bajado durante la recesión para evitar un sobrecalentamiento de la economía y favorecer un crecimiento sostenible. En principio esa sería la situación actual en EEUU y dentro de uno o dos años en Europa. Esos períodos de subidas de tipos en medio de una fase expansiva suelen ir acompañados de alguna turbulencia en los mercados. Los inversores tienen dudas sobre el alcance de las subidas y su efecto sobre la economía, lo que suele traducirse en una fase de corrección/consolidación hasta que se intuye el final de las subidas y se comprueba que la fase expansiva va a continuar. Es decir, durante un tiempo se mantiene la duda de si el endurecimiento monetario va a contribuir a evitar un repunte de la inflación y prolongar el crecimiento de la economía o si nos está acercando al fin de ciclo. Ese sentimiento encaja bastante con la situación actual al menos en EEUU. Después de nueve años de crecimiento, una tasa de paro en mínimos y los tradicionales desequilibrios del sector público y el sector exterior repuntando, es normal que los mercados tengan dudas sobre el nuevo escenario que se abre para la economía norteamericana.
El escenario de “normalización” del crecimiento que parecen reflejar los mercados en EEUU sigue conviviendo con un marcado pesimismo entre los economistas sobre el crecimiento a largo plazo de la economía. En un reciente artículo el economista Kenneth Rogoff destacaba el contraste entre la visión generalizada de los economistas de que la economía no va a volver en los próximos años al dinamismo de ciclos pasados de crecimiento, frente a la visión mucho más optimista de investigadores del campo de la inteligencia artificial y la tecnología en general que esperan una auténtica revolución en próximas décadas que impulsará de nuevo la productividad. Mientras estos científicos piensan que estamos entrando en una era de avances tecnológicos exponenciales, los economistas siguen poniendo el foco en la atonía de la inversión y los bajos tipos de interés como muestra de que vamos a seguir en un mundo dominado por el crecimiento débil y la baja inflación. Es difícil saber quién va a tener razón en estas visiones contrapuestas pero lo cierto es que las consecuencias para la economía y los mercados serían tan diferentes que es normal que hayamos entrado en un período de incertidumbre en espera de más pistas del escenario que nos espera. Algunos indicios, particularmente en EEUU, apuntan en la dirección optimista con el sector tecnológico liderando las subidas en la bolsa. El propio Rogoff considera muy plausible que se produzca un significativo aumento de la productividad impulsada por los avances en inteligencia artificial después de 15 años de estancamiento. Este escenario implicaría más inflación y un aumento de los tipos de interés pero, como sucedió en los años 50’-60’ del siglo pasado, ese es un escenario compatible con un mercado alcista. Tras la Gran Depresión la Fed mantuvo los tipos bajos hasta finales de los años 40’ en que empezaron a subir gradualmente. El mercado alcista se mantuvo hasta que mediados los años 60’ la rentabilidad de los bonos a 10 años empezó a subir con fuerza por encima del 4% de la mano de la inflación. Quiere esto decir que un escenario de subida de las rentabilidades gradual hasta el 4% en los próximos años sería compatible con la continuidad del mercado alcista si es acompañado de un sólido crecimiento de la economía