Las manifestaciones de colectivos de jubilados a favor de unas “pensiones dignas” se han multiplicado por la geografía española durante los últimos meses. Parecería, pues, que la Seguridad Social española destina unas rentas míseras a nuestros mayores, en todo caso extraordinariamente menores que aquellas que se abonan en la Europa rica y desarrollada. Pero no. Hace unos días, la Comisión Europea publicó su informe Pension Adequacy correspondiente al ejercicio 2018, donde pretende comparar las pensiones de los distintos países europeos.
Y el resultado casa bastante mal con el discurso demagogo de aquellos colectivos de jubilados que egoístamente reclaman incrementos de pensiones costa de los menguantes salarios de los más jóvenes. Vayamos con los datos.
Primero, en términos absolutos, el gasto medio por pensionista en España asciende a 16.000 euros anuales: el mismo que en Alemania. Ahora bien, tengamos presente que el coste de la vida en España es inferior que en Alemania: por lo que en términos reales, el gasto medio por pensionista español es superior al gasto medio por pensionista alemán.
Segundo, el nivel absoluto de gasto por pensionista puede resultar engañoso, ya que no tiene en cuenta las diferencias de riqueza y de desarrollo entre los distintos países. O dicho de otro modo: no representa el mismo esfuerzo abonar unas pensiones de 10.000 euros en Rumania que en Dinamarca. Así pues, para relativizar el gasto en pensiones y, en consecuencia, conocer el grado de generosidad de las prestaciones por jubilación, podemos recurrir a dos métodos: por un lado, relacionar los ingresos medianos de las personas mayores de 65 con los ingresos medianos de los menores de 65 años; por otro, relacionar la pensión media de los jubilados entre 65 y 74 años con los salarios medios de los trabajadores entre 50 y 59 años.
Comparando la pensión mediana con los ingresos medianos del resto de la población, llegamos a la conclusión de que las pensiones españolas son las cuartas más generosas de Europa: tan es así que las rentas medianas de los mayores de 65 años son superiores a las que perciben los menores de 65 años (en concreto, equivalen al 101%).
Comparando la pensión media con el salario medio previo a la jubilación (lo que la Comisión Europea denomina “tasa de sustitución agregada”), las pensiones españolas figuran como las quintas más generosas de Europa: en particular, las rentas que cobran los recién jubilados equivalen al 66% del salario previo a la jubilación (frente al 42% que se cobraba en 2008).
Por consiguiente, cuando relativizamos las pensiones por el nivel de desarrollo de la economía, las españolas se encuentran entre las más generosas de toda Europa. Pero todavía hay un factor más a tener en cuenta, uno que ya puso de manifiesto en su momento el gobernador del Banco de España: la propiedad inmobiliaria de los jubilados. El 91% de los pensionistas españolas son propietarios de la vivienda en la que residen (una de las tasas más elevadas de toda Europa), lo que a efectos prácticos equivale a un suplemento en especie a su ya elevados ingresos monetarios (pues, a diferencia de muchos otros pensionistas europeos, no han de abonar alquiler alguno sobre sus inmuebles).
Acaso por todo ello, la tasa de riesgo de pobreza y exclusión social de los pensionistas españoles también se encuentre entre las más reducidas de Europa (14,4% del total de la población española), a su vez sustancialmente por debajo de la correspondiente tasa de los residentes con menos de 65 años.
En definitiva, las pensiones españolas no son bajas con respecto a las del resto de Europa, incluyendo a la Europa más rica y socialdemócrata. De hecho, son tan generosas que han llevado a la Seguridad Social a una situación de insostenibilidad que inexorablemente se traducirá en fuertes recortes de las pensiones futuras. De ahí que las presentes exigencias de fuertes subidas de las prestaciones por jubilación sean sumamente irresponsables: no sólo porque terminarán agrandando el que inmanejable agujero del sistema público, sino porque trasladan un absolutamente equívoco mensaje al resto de la población; a saber, que protestando en la calle el recorrido de las pensiones será al alza y no a la baja. No lo será y cuando antes dejemos de engañar a los ciudadanos, tanto más pronto comenzaremos a reponernos del golpe propinado por el fraudulento sistema público de reparto.