Los inversores profesionales y particulares sufren una enorme cantidad de estrés. Una tensión constante que se acentúa con los mercados bajistas hasta llegar al punto de aumentar los ingresos hospitalarios. Hay un gran número de estudios que muestran como la caída en los precios de las acciones provocan una amplia gama de problemas físicos y psicológicos. El número de admisiones hospitalarias aumentan, los ataques al corazón se incrementan, los suicidios suben sustancialmente. Para poner un ejemplo extremo, durante la crisis del lunes negro de 1987, cuando los mercados de EE.UU. cayeron casi un 23% en un día, las admisiones hospitalarias en California aumentaron un 5%. Como señala el analista Barry Riholtz en Bloomberg, las bolsas deberían tener el siguiente aviso: “Advertencia: La inversión puede ser peligrosa para su salud”, y añade:
El hecho es que en el mundo financiero hay un elevado número de sucesos que se encuentran fuera de nuestro control y que nos producen ansiedad y en algunos casos episodios de pánico. Pongamos algún ejemplo:
- Movimientos de mercado.
- Sucesos geopolíticos.
- Evolución de los beneficios empresariales.
- Decisiones de los Bancos Centrales.
- Datos macroeconómicos...
El problema de un inversor no reside tanto en los factores que no controlamos sino en que aquellos que sí lo hacemos no tienen la importancia que deberían tener. Entre estos están:
- Filosofía de inversión.
- Asignación de activos.
- Volúmenes de operaciones negociadas.
- Apalancamiento.
- Comprensión de la dinámica del mercado.
- Control de riesgos.
- Reacciones emocionales.
Mi experiencia profesional me ha mostrado en múltiples ocasiones que el éxito en las bolsas depende mucho más de estos últimos factores que de los primeros. El éxito en los mercados y también en nuestra salud.