“El Brexit ha vuelto a escena”, me comentaba ayer un operador de mercado. “Parecía asumido por todos que se iba a producir un Brexit suave que no tendría efectos ni para la economía europea ni para la británica. Las últimas noticias apuntan a otra cosa”. En los últimos días se han producido varias dimisiones importantes en el gobierno de Theresa May. ¿El motivo? Pues la propuesta de la primera ministra británica de optar por la salida “dulce” del Reino Unido de la UE. Una salida “dulce” con la que muchos miembros de su gobierno no están de acuerdo, al tener que hacer importantes cesiones a la UE que intentarán combatir.
Pero esta es una web eminentemente económica por lo que hablemos de economía.
Uno de los hechos que sorprendió a los mercados tras la decisión del Brexit es que parecía como si la economía británica pareciera inmune a la incertidumbre que se había generado. Los indicadores de crecimiento se mantenían sólidos, los adelantados preveían que esa fortaleza seguiría en los siguientes trimestres, los datos de empleo buenos, los de actividad también, en resumen, nada parecía haber cambiado tras esta importante decisión.
Ahora bien, tras ese primer año de vino y rosas, los datos empezaron a empeorar paulatinamente, hasta llegar a un punto en el que el crecimiento actual y proyectado de la economía británica es mucho menor que el de sus contrapartes europeas.
Vean estos gráficos recogidos en MarketWatch.
El primero, realizado por Philippe Waechter de Natixis Global Asset, muestra la tendencia del PIB real del Reino Unido, de Alemania, Francia y conjunto de la Eurozona.
Por otro lado, el economista jefe de Pantheon Macroecoonmics, Ian Shepherdson, tuiteó un gráfico que muestra la expansión del Reino Unido por detrás de la de la Eurozona y de EE.UU.
En resumen: Se fue muy ingenuo al pensar que la salida del Reino Unido de la UE no iba afectar la economía del país. Lo previsible ahora es que nos vayamos al otro lado, y que en caso de Brexit duro las estimaciones sean muy catastrofistas y los mercados financieros muy pesimistas. Ni una cosa ni la otra, pero desgraciadamente esta es la teoría del péndulo a la que estamos tan acostumbrados en economía.