“Donald Trump no es idiota. Es algo peor”, afirmó hace unos meses el estratega político Paul Begala. Rex Tillerson, ex secretario de estado dijo que “Trump es imbécil”. En el libro de Michael Wolff, "Fire and Fury", el exsecretario general de la Casa Blanca, Reince Priebus, y el secretario del Tesoro, Steve Mnuchin, se refirieron al presidente con la palabra "idiota". El entonces asesor económico Gary Cohn dice que Trump es "más tonto que la [caca]" y que es "un idiota rodeado de payasos"
Parece que hay cierta unanimidad entre los antiguos colaboradores de Trump de definirle como una persona simple, con poca inteligencia emocional, y capaz de abordar temas complicados con la necesaria concentración y madurez. “Un niño consentido con acceso al botón nuclear”, le definió un estrecho colaborador en una conversación privada.
¿Pero cómo es posible que el propio Donald Trump no sea consciente de sus evidentes limitaciones? ¿Es más, cómo se considera a sí mismo como uno de los mejores estadistas que han presidido Estados Unidos? La respuesta nos la daba David Dunning, psicólogo de la Universidad de Cornell, que tras una investigación demostraba que es “intrínsecamente difícil tener una idea de lo que desconocemos”, aunque lo que desconozcamos sea nuestra propia ignorancia.
Dunning, en colaboración con Justin Kruger, un antiguo colega de Cornell ahora en la Universidad de Nueva York, dijo que en sus estudios daban a las personas objeto de análisis un breve test anotando sus calificaciones y preguntando a continuación como pensaban que lo habían hecho.
Las personas que hicieron mal la prueba tan solo fueron algo menos optimistas que aquellas que obtuvieron buenas calificaciones. Y lo más relevante, todos los individuos de la muestra creyeron que lo hicieron mejor que la media - incluso la gente que hizo muy mal la prueba.
"Cada individuo en el fondo sigue pensando que está superando al resto", dijo Dunning.
No importa de que trate la prueba - razonamiento lógico, cómo evitar enfermedades de transmisión sexual, gramática, la comicidad de las bromas.
Incluso cuando Dunning y sus colegas ofrecieron una recompensa de 100 dólares a los que pudieran votar con precisión, los participantes del estudio no pudieron hacerlo.
Esta incapacidad inherente para medir con precisión nuestro propio nivel de conocimiento puede ser una causa subyacente de muchos de los males de la sociedad, incluyendo la negación del cambio climático, dijo Dunning.
"Muchas personas no tienen la formación científica, por lo que perfectamente pueden malinterpretar la ciencia. Pero debido a que no tienen el conocimiento para evaluarse, no se dan cuenta de lo acertado o no de sus evaluaciones", dijo.
Pero hay más. El interés relacionado que ve Dunnig: "cómo la gente refuerza su sentido de autoestima elaborando cuidadosamente los juicios sobre los demás".
"Es decir, las personas tienden a hacer juicios de los demás con la intención de que esos mismos juicios se vuelva a su favor, haciéndolo incluso cuando no están siendo examinados."
Parece ahora más claro porque Donald Trump es cómo es, por muy extraño que nos parezca al resto.