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La deuda pública: El sistema esclavista del Siglo XXI

por Vindicator Hace 10 años
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Desde que el mundo es mundo, los sistemas esclavistas han sido la principal fuente de riqueza de una oligarquía respecto del colectivo general. La mal llamada democracia griega tenía solo 60.000 electores mientras que en el Ática vivían un millón de personas. Ni las mujeres ni los esclavos podían votar, y resulta que constituían la mayor parte del colectivo. Es más, era habitual que los griegos asumieran voluntariamente la condición de esclavos cuando no podían pagar sus deudas.

Con los romanos siguió el mismo modelo, y con las invasiones bárbaras que asumieron el modelo romano también. Después se inventó el feudalismo como forma moderna de esclavitud, pero habría que preguntarles a los siervos de la gleba la diferencia que existía entre el sistema esclavista grecorromano y la situación en la que vivían, cuando hasta tenían que entregar a sus mujeres para que cohabitaran con el “Señor” en la “prima notte”.

La Edad Moderna nos trajo el absolutismo que no dejaba de ser una forma cruel de esclavitud, en la que el pueblo apenas tenía que comer para facilitar una vida cómoda a su rey y a los aristócratas. Hasta que todo explotó con la Revolución Francesa, pero sólo fue una cuestión de años. El propio Napoleón dio por acabada la libertad del pueblo cuando se hizo elegir miembro de la Academia Francesa, para luego eliminar el sistema democrático de elección de miembros (diseñado por Jean de Borda) y así que los miembros de aquella prestigiosa entidad fueran elegidos “a dedo” (¿les suena?).

El liberalismo económico del siglo XIX llevó la injusticia hasta el paroxismo, y como siempre ocurre, hizo que las cosas se fueran al extremo opuesto, y apareció el Manifiesto Comunista, que a lo mejor en origen tenía alguna bondad en sus ideas, pero su puesta en práctica generó un sistema todavía más esclavista, que en el siglo XX sacrificó a varias generaciones de rusos en aras de mantener un crecimiento económico ficticio que satisficiera a los miembros del Politburó.

Y llegamos a las modernas economías occidentales, que realmente no han vivido la democracia y libertad hasta hace sólo unas décadas. Y entonces resultaba que todos éramos iguales y vivíamos en libertad, y podíamos votar a nuestros representantes, y estos nos iban a representar y hacer todo lo mejor por nuestro futuro y por el de nuestros hijos. Y para ello, en los años veinte y de acuerdo con las ideas de Pigou, se creó el denominado modelo del Estado del Bienestar. Ello nos trajo la Seguridad Social, la preocupación de los gobernantes por conseguir que la gente viviera bien y tuviera lo justo para seguir votándoles, aunque ellos se llevaran la “parte del león”.

Cuando no había endeudamiento, la cosa parecía tener sentido. Vamos recaudando impuestos y seguros sociales, y vamos haciendo hospitales y pagando pensiones. Como la gente se moría muy joven, no había problema con la Seguridad Social, y como no había más que guerras, la gente moría y la riqueza nacional se repartía entre pocos. Pero hete ahí, que se acaba la Segunda Guerra Mundial y ya no hay más guerras, y se inventa la penicilina en 1943 y la gente ya no se muere. ¡Vaya problema!

Los políticos al uso intentan mantener su modelo. Y se dan cuenta de que para conseguir los votos (todos valían lo mismo, ¡otro problema!), tenían que mantener sus prestaciones y prometer otras mayores. Daba lo mismo la ideología (¿alguien me puede decir cuál es la ideología actual del PSOE?), lo que importaba es poder mantener un stock de puestos de “trabajo”, versión política, y que la gente no protestara demasiado.

Pero claro, si gastamos más de lo que ingresamos, el balance no cuadra, y entonces es preciso recurrir a terceros. Como las asimetrías en el mundo empresarial existen, se generan masas de beneficios no necesariamente declarables, pero que hay que rentabilizar, y surgen los paraísos fiscales (hace unas cuantas décadas no existían) y el mercado de eurobonos de Londres que, ¡oh, paraíso de las libertades!, asume que los que obtengan intereses y ganancias de capital de dichos bonos no están sujetos a retención y pueden llevarse a las Islas Vírgenes los frutos de su evasión. Esta masa de dinero necesita rendimiento y lógicamente busca en una primera etapa su blanqueo y en una segunda etapa una inversión segura. ¡Qué mejor inversión que la Deuda Pública de los países supuestamente más seguros del planeta!

La Deuda Pública se convierte entonces en un activo demandado y que además goza de la exención de provisión por insolvencias en las cuentas de los bancos, da lo mismo el rating que tenga. Y los inversores compran Deuda Pública sin parar, y los bancos compran la misma Deuda porque les prestan todo el dinero del mundo al 0,25%, cuando pueden invertirlo sin riesgo al 4%. Pero los intereses de la Deuda hay que pagarlos y resulta que eso sí que lo pagan los ciudadanos, los nuevos “esclavos” del sistema, a los que se priva de trabajo y además se les endosa una deuda pública creciente y unos intereses a pagar que hacen imposible su mantenimiento en los próximos años, y si no, miren el cuadro siguiente, en relación con la deuda de la Administración Central de España:

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¿Habéis visto como crece? ¿Hasta cuándo creéis que los inversores van a confiar en un país que gasta mucho más de lo que ingresa? Y ello a pesar de las brutales subidas de impuestos que padecemos. La deuda actual por habitante es de unos 5.000 €, y si sólo tenemos en cuenta a los que trabajan en el sector privado (los únicos que ingresan y cotizan de verdad), de unos 20.000 €. Esta deuda no se puede pagar, y los políticos simplemente buscan mantenerse en su puesto unos meses más para seguir cobrando de los Presupuestos Generales del Estado, cuando no poniendo la mano en la espalda con el gesto habitual en los chistes de Forges.

En los últimos cuatro años, el Gasto Público no ha disminuido, sino todo lo contrario, tal y como podemos ver en el siguiente cuadro:

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¿Nos merecemos los españoles esto? Por favor, pensarlo bien a la hora de depositar vuestro voto en las próximas elecciones. Ni PP ni PSOE nos representan. Elegir cada uno la opción que os parezca más adecuada, pero no podemos asumir un nuevo sistema esclavista en el siglo XXI, en el cual cada español cuando nace tenga ya una deuda pendiente para pagar a los acreedores. Sería la primera vez en la historia de los sistemas esclavistas en la que los hijos tuvieran que pagar las deudas de los padres.


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