En tiempos anteriores, los depósitos cubrían todas las exigencias del ahorrador medio, seguridad total y una rentabilidad aceptable. Pero las cosas han cambiado mucho desde el año 2007 donde el tipo de interés de estos productos rondaba el 4,5%. Actualmente, los mínimos históricos del dinero han reducido su rentabilidad drásticamente, y los fondos de inversión crecen gracias a la bajada de los depósitos.
Como hemos comentado, los depósitos alcanzaban una elevada rentabilidad de hasta un 4,5% en el año 2007. En el 2012 comenzó una caída en picado que dejó su interés por debajo del 0,5% en el 2015 y de cuyo importe no ha conseguido recuperarse. Por un tiempo, los bancos, debido a su política de expansión, mantuvieron artificialmente los tipos sobreprimando estos productos, pero actualmente en la banca española ya no quedan depósitos que ofrezcan una rentabilidad aceptable.
Si queremos encontrar cierta rentabilidad en este tipo de productos deberíamos mirar en bancos europeos que ofrecen sus productos a través de la plataforma Raisin o similares que permiten contratar depósitos de bancos italianos, franceses o portugueses con total garantía. Si se desea la rentabilidad más alta habría que optar por un depósito a 5 años por el cual se puede llegar a obtener hasta un TAE de un 1,69%, pero para plazos de uno o dos años las rentabilidades rondarán el 1% o un 1,19%.
Tenemos que considerar que un depósito de 6.000 euros puede tener una rentabilidad en muchas entidades españolas no superior al 0,2% anual. Eso son 12 euros brutos al año, que se quedarán en 9,72 euros tras la retención del 19% legal. Es realmente descorazonador, y es la razón por la que mucha gente ha optado por trasladar sus ahorros a los fondos de inversión; sobre todo si se mira la rentabilidad acumulada de alguno de ellos con cifras elevadísimas con dos dígitos en los últimos años.
Pero lo que hay que tener en cuenta es que el fondo de inversión puede ser de características muy dispares y que el riesgo que asume cada uno de ellos también se ajusta en función de la rentabilidad que se pretende obtener. Y es muy posible que el ahorrador que cambió sus ahorros a los fondos buscando una mayor rentabilidad se encuentre con fuertes pérdidas debido a la bajada del valor del fondo contratado.
Los depósitos a plazo siempre tienen un plazo preestablecido de antemano mientras que los fondos de inversión no. Lo que se hace es comprar un número determinado de participaciones del mismo cuya valoración oscila en valor al final de la sesión bursátil, en la mayoría de los casos. Esto quiere decir que el valor subirá y bajará durante el tiempo que lo mantengamos en cartera. Lo único importante es que en el momento de la venta tenga un valor superior que en el de la compra. Los fondos suelen estar pensados para un horizonte temporal de medio o largo plazo. No quiere decir que no puedas venderlo en cualquier momento, pero su operativa de compraventa no es ágil y si quieres algo así tendrías que pensar en operar con otro tipo de productos más específico como las acciones o los fondos cotizados (ETFs)
Los depósitos a plazo tributan como rendimientos de capital mobiliario y se les aplica en el momento de su cobro una retención estándar de un 19% que corresponde al tipo más bajo de gravamen en la declaración de la Renta. En cambio los fondos de inversión generan plusvalías o minusvalía por la diferencia entre su valor de venta y su valor de compra, deducidos los gastos de gestión y custodia. La ventaja fiscal que ofrecen los fondos de inversión es que podemos retrasar el momento del pago de los impuestos si reinvertimos el dinero invertido en otro fondo de inversión mediante un traspaso.
Así como los depósitos son un producto bastante estable con pocas características que los distingan a parte del plazo, dentro del campo de los fondos de inversión hay una infinidad de opciones.
Dependiendo de qué invierta sus activos la sociedad gestora del fondo podríamos estar frente a una de las siguientes grupos generales:
Renta fija. Ya sea en euros o en divisas, es una de las opciones más conservadoras. La entidad gestora compra mayoritariamente renta fija. Hay que tener en cuenta que renta fija no es equivalente a riesgo cero. La renta fija se adquiere a un determinado precio que puede ser distinto al del vencimiento y provocar pérdidas.
Renta variable. Ya sea pura, en euros, divisas o mixta con un porcentaje determinado de renta variable. En este caso el riesgo es mayor y las opciones de ganancias más elevadas también.
Fondos garantizados. Algunos fondos ofrecen a sus suscriptores la garantía de que recuperarán su inversión, ya sea total o parcialmente, en una fecha determinada.
Fondos de retorno absoluto. En estos productos la gestora cuenta con una gran libertad a la hora de elegir los activos de su inversión. Dependiendo de su política interna pueden intentar mantener unos objetivos ya sea en riesgo como en rentabilidad desvinculándose de lo que ocurre en los mercados.
Fondos de retorno total. A diferencia del anterior, la gestión se suele llevar controlando el nivel de volatilidad y está más vinculado a la evolución del propio mercado.
Los fondos de inversión crecen gracias a la bajada de los depósitos y es una buena alternativa si tenemos en cuenta cuál es nuestro perfil inversor de riesgo. Conocer cuánto estamos dispuestos a arriesgar y qué supondría la obtención de pérdidas en nuestra estabilidad económica. Con una diversificación adecuada y un conocimiento o asesoramiento del tipo de fondo que nos interesa estaremos reduciendo considerablemente el riesgo a obtener pérdidas y aumentando las posibilidades de que den frutos positivos.