El pasado fin de semana un entusiasta inversor particular me comentaba (cerca de la literalidad) en una reunión entre analistas y gestores: “Me resulta muy complicado mantenerme al margen del mercado. Incluso cuando creo que las bolsas van a bajar, me es muy difícil resistirme a la tentación de comprar cuando veo a un valor que considero interesante caer con fuerza. Siempre pienso que se me va a escapar la oportunidad. Es la horrible maldición del caza gangas”.
Es cierto. Muchos inversores, profesionales y particulares, comenten el error de operar en exceso. Más si cabe cuando las condiciones generales aconsejan no hacer nada. Pero es que en el mercado es muy difícil no hacer nada.
El sesgo de acción es algo innato en el ser humano. Los analistas de Psyfi Search ponen dos ejemplos para ilustrar esta dificultad que tenemos para no caer en el sesgo de acción:
Según los datos futbolísticos, en un penalti los porteros se lanzan a la derecha o a la izquierda en el 94% de las ocasiones. Adivinan correctamente la dirección el 40% del tiempo, y paran la falta máxima en el 13% de las ocasiones. Ahora bien, si los porteros no se movieran en absoluto, sus posibilidades de parar el penalti subirían del 13% al 33%.
Los entrenadores de porteros saben estos datos y se los transmiten a los guardametas, sin embargo, el sesgo de acción es tan fuerte que siguen decantándose por uno de los lados la inmensa mayoría de las ocasiones.
La explicación psicológica es que un gol de penalti anotado produce peores sentimientos a un portero si se ha quedado en el medio, que si decide tirarse hacia uno de los lados, aunque la probabilidad de pararlo si no se tira es casi el triple.
Pongamos otro ejemplo. Cuando nos enfrentamos a un atasco, rara vez permanecemos inactivos. Los conductores cambian de carril constantemente, intentan atajar por los polígonos industriales, buscan carreteras alternativas sin saber muy bien si ahorrarán o no tiempo. Por lo general, quedarse en el sitio es la mejor opción en un atasco, sin embargo, pocas veces se hace esto.
Este sesgo de acción también explica el comportamiento de los inversores en determinadas ocasiones, como es el caso de las caídas a las que hacíamos antes referencia. En situaciones estresantes y complejas, como cuando los mercados caen bruscamente y comienzan a rebotar como un maníaco depresivo en un trampolín, no hacer nada es a menudo la opción más sensata.
Es cierto que en caso de que se inicie una tendencia bajista cuando finalmente nos decidamos a vender lo haremos a un precio más barato, pero también lo es que un cambio de tendencia mayor pasa en muy raras ocasiones, por lo que será mayor la probabilidad de que se retomen los ascensos en un plazo razonable.
Parece un consejo algo extraño viniendo de un analista de mercado, pero los datos son claros: Cunado la situación se enloquezca, la opción que tiene más probabilidad de acertar es "no hacer nada".