El lunes 30 de diciembre se cumplieron dos años de ese famoso Consejo de Ministros del Partido Popular que pretendía marcar el inicio de su legislatura reformista cuando, en realidad, le estaba poniendo su precipitado punto final. Que la primera decisión de calado que adoptara el PP fuera saquear a los contribuyentes con tal de cubrir el agujero presupuestario legado por el zapaterismo fue toda una declaración de intenciones: como quien acaba de establecerse en un barrio y se dedica a colocar una cabeza de caballo en la cama de cada uno de sus vecinos a modo de señal de bienvenida.
A partir del 30 de diciembre de 2011 quedó claro el tipo de legislatura que nos aguardaba: una donde la única prioridad fuera la de conservar la burbuja estatal parida por la burbuja inmobiliaria, apuntalada por el keynesianismo cerril de Zapatero y amenazada por unas finanzas públicas insostenibles. Quienes clamaban contra los cosméticos “recortes” del PP no entendían el auténtico fondo de la cuestión: ésa era la única forma realista de conservar el entramado del hiperEstado que nos legó la burbuja financiera. Los populares sólo se desprendían de aquella grasa que les condenaba a un colapso cardiovascular incluso estando internados en la clínica de cuidados intensivos Mario Draghi, pero no tenían el más mínimo interés de someter al Estado a un profundo tratamiento de adelgazamiento.
De ahí que Montoro se haya convertido en el gran arquitecto del expolio tributario de la nueva España popular. Su presencia en el Gobierno jamás respondió a la necesidad de cuadrar las cuentas por el lado de un menor gasto, sino a la de tejer toda una telaraña de embustes sobre la que construir un infierno fiscal que permita financiar nuestro hiperEstado. La reciente entrevista que ha concedido el Señor del Fisco sólo ha servido para confirmar lo que ya sabíamos: que, en contra de lo que viene predicando propagandísticamente el PP desde aquel infausto 30 de diciembre de 2011, no existe voluntad alguna de revertir los más de 30 rejonazos tributarios que nos ha propinado.
A la postre, acaba de informar Montoro que el nuevo marco fiscal que se aprobará en 2014 mantendrá la subida del IVA y sólo minorará el IRPF a las rentas más bajas, esto es, a aquellas que apenas le aportan recaudación a sus arcas; los ricos, dice, tendrán que esperar hasta que termine la crisis. Nada de qué sorprendernos: es el mismo esquema de populismo fiscal que han aplicado Monago en Extremadura o Feijóo en Galicia. Es el esquema típicamente populista que contamina las siglas del PP o del PSOE: que tanto monta, monta tanto, Montoro como Rubalcaba.
Mas, por mucho que lo intenten, las mentiras fiscales de Rajoy y Montoro no pueden ocultarse. La primera, ésa de prometer que al finalizar la presente legislatura todos pagaremos menos impuestos que al comenzarla. Rematadamente falso para las rentas medias y altas, como incluso el propio ministro acaba de reconocer ya. Pero, ¿acaso será verdad para las bajas? En absoluto: dado que la subida del IVA aprobada por el PP se mantendrá vigente, la exigua rebaja del IRPF será fagocitada por la mayor fiscalidad indirecta.
La segunda, ese broteverdismo asimétrico que proclama el fin de la crisis cuando se busca ganar votos a lomos de la mentira y que, en cambio, aplaza su final ad kalendas graecas cuando de bajar impuestos se trata. No en vano, hace menos de un mes, Montoro pregonaba entusiasmado que 2013 sería “el último año de la crisis”, mientras que en su reciente entrevista ha conminado a las rentas altas a que se esperen hasta el final de la crisis para disfrutar de una menor fiscalidad. ¿En qué quedamos, pues? ¿La crisis ha terminado ya o no lo va a hacer por muchos años? Lo dicho, broteverdismo asimétrico: la crisis ha finalizado para aquello que le interesa a Montoro (la propaganda), pero no lo ha hecho para lo que le produce urticaria (poner fin al expolio fiscal).
Desde luego, si algún votante despistado confiaba en que el PP abandonaría su corrupta estratagema política conforme avanzara la legislatura, puede ir olvidándose: Rajoy y Montoro no nos ofrecerán otra cosa que más impuestos, más gasto público y más mentiras. Esos, y no otros ocultos bajo la dureza de la crisis, son sus auténticos principios.