Comienza a hablarse de recuperación económica, con un cambio de tendencia positivo en cifras como las últimas del paro en España.
Pero voces y entidades diversas, como UNICEF, reclaman “fomentar una recuperación con rostro humano”, para que no se olvide ahora a los grupos que más han sufrido la crisis. Es imprescindible “repensar la noción de crecimiento económico”, sostienen, porque de no hacerlo “se exacerbarían las desigualdades sociales y las presiones sobre el medio ambiente”.
economía
Reaparece así un debate pendiente de resolver y vinculado a una recuperación económica sólida y socialmente beneficiosa.
¿Qué entedemos por crecimiento?
El principio del fin del crecimiento sin límites
De forma repentina, la crisis del petróleo de 1973 obligó a plantearse un consumo más racional de energía, ante la brusca escasez de recursos. Pero, antes de ello, algunos académicos ya habían comenzado a dudar del modelo de crecimiento económico sin límites, hasta entonces casi incuestionado.
economía
“En un planeta limitado, las dinámicas de crecimiento exponencial no son sostenibles”, recogió en 1972 el trabajo con más repercusión en la materia. Se trataba de ”Los límites del crecimiento”, el informe de un equipo científico del Massachussets Institute of Technology (MIT) que puso las bases del futuro concepto de “desarrollo sostenible”.
Impulsada desde Naciones Unidas a partir de 1987, esta nueva concepción de desarrollo, hoy popular, fijó de forma oficial por primera vez la necesidad de que el crecimiento económico permitiese “satisfacer las necesidades de las generaciones presentes sin comprometer las posibilidades de las del futuro para atender sus propias necesidades”.
Algo insuficiente para los defensores del decrecimiento que, en paralelo, han defendido una reducción gradual de la producción económica para evitar el colapso del sistema. O, por lo menos, desterrar la idea de crecimiento económico del “altar” de la Economía, como matizaba Serge Latouche, uno de sus ideólogos: ”La consigna del decrecimiento tiene como meta abandonar el objetivo del crecimiento por el crecimiento. Convendría más hablar de acrecimiento, tal como hablamos de ateísmo”.
Buenas ideas sobre el papel, que a veces tienen difícil traducción al mundo real. De ellas derivan instrumentos concretos como la medición de la huella ecológica, que calcula el impacto ambiental de una actividad económica. O datos hoy aceptados de forma general y tan reveladores de la necesidad de un cambio como que, para que toda la población mundial pueda mantener el nivel de vida de un europeo, serían necesarios los recursos de entre 3 y 8 planetas.
Del tener al ser
El debate sobre los límites ambientales de la economía no es el único cuando hablamos de crecimiento. ¿Tiene sentido crecer sin fin? El economista chileno Manfred Max Neef, premiado con el Right Livelihood Award -considerado el Premio Nobel alternativo de Economía-, piensa que se ha perdido la oportunidad de reformar un sistema “de alto riesgo” y que “se aproxima otra crisis mayor”, al no haber limitado actividades como la especulación.
Además, el autor del concepto de Desarrollo a escala humana y de la noción de que a partir de determinado crecimiento la calidad de vida incluso disminuye, propone reformular por completo el concepto actual de crecimiento y economía a través de 5 principios básicos:
1. La economía está para servir a las personas y no las personas para servir a la economía.
2. El desarrollo es para las personas, no para las cosas.
3. Crecimiento no es lo mismo que desarrollo y el desarrollo no necesariamente requiere de crecimiento.
4. No hay economía que sea posible en la ausencia de recursos naturales.
5. La economía es un subsistema de un sistema mayor y finito: la biosfera. Por lo tanto, el crecimiento permanente es imposible.
Con algunas coincidencias, Joan Antoni Melé, subdirector general de Triodos Bank, aboga por un crecimiento más humano y sostenible y propone alternativas: “Lo que en realidad tiene que decrecer no es la economía, pero sí la continua producción y gran parte del consumo de bienes materiales; porque el planeta ya no lo puede soportar, y porque además no tiene sentido.” Para Melé, una alternativa básica para promover la necesaria actividad económica, a la vez que un auténtico desarrollo humano, es cambiar el consumismo actual por un mayor consumo cultural.
¿Ha cambiado algo?
Tras fracasos tan contundentes como los de las últimas cumbres del clima, incapaces de sellar, según la opinión mayoritaria, acuerdos relevantes para reaccionar ante un problema tan grave como el del calentamiento global, podríamos dejarnos vencer por el pesimismo. ¿De verdad somos capaces de impulsar un modelo de sociedad en que el que cuente algo más que las cifras de crecimiento económico?
Economía socialContra ello, algunos hechos dejan claro que se ha avanzado. Como recoge la reedición actualizada de Los límites del crecimiento (2012), la acción en favor de una actividad económica y humana sostenible ha sido claramente insuficiente, pero se ha mejorado en aspectos tan complejos como la recuperación de la capa de ozono. Los frutos del Protocolo de Montreal, el acuerdo internacional para la reducción de los niveles de producción de gases causantes de la destrucción del ozono, empiezan a recogerse.
Si 197 países fueron capaces de llegar a un acuerdo, ¿qué no es posible?
A la necesaria acción de los gobiernos, se suma la de empresas y ciudadanos activos por una actividad económica sostenible y un consumo más responsable, dos caras de una misma moneda. Así, emergen conceptos como el de economía verde o economía social, capaces de compatibilizar beneficio económico, social y medioambiental, y que se consolidan a partir de innumerables gestos e iniciativas concretas.