Se recrudece la polémica sobre el uso de robots, ordenadores y otros artilugios en la contratación de acciones y mercaderías. También, sobre los derivados, los OTC, los bancos en la sombra y las criptomonedas. La sensación es que los Reguladores se les ha ido el asunto de las manos. Gravísimo problema. Ya he escrito más veces sobre el asunto. La inteligencia artificial es la rama de la informática que desarrolla procesos que imitan a la inteligencia de los seres vivos. La principal aplicación de esta ciencia es la creación de máquinas para la automatización de tareas que requieran un comportamiento inteligente. Por ejemplo, control de sistemas, planificación automática, respuestas a diagnósticos y a consultas de los consumidores, reconocimiento de escritura, reconocimiento del habla y reconocimiento de patrones. Los sistemas de IA (Inteligencia Artificial) actualmente son parte de la rutina en campos como economía, medicina, ingeniería y la Defensa, y se ha usado en gran variedad de aplicaciones de software, juegos de estrategia como ajedrez de computador y otros videojuegos. La Bolsa tiene mucho que decir y que contar en este encuadre, porque desde hace varios años las principales gestoras del mundo y los especuladores avezados compran y venden acciones, según los programas de trader desarrollados por potentes ordenadores.
Estoy convencido que el matemático sudafricano, Seymour Papert, considerado pionero en esta ciencia, no tenía previsto en sus estudios este nivel de actuación, que mueve el mundo. Los vigorosos y recientes rebotes técnicos que han desarrollado las Bolsas están basados, precisamente, en los programas de trader de los ordenadores.
“La primera vez que conocí este método basado en la Inteligencia Artificial (IA) fue en 1987, antes del crash. Un matemático parisino inventó un artilugio que dio mucho dinero a sus clientes durante dos años seguidos, con retornos del 250% un años y del 150%, otro. Al siguiente, al tercer año, lo perdieron todo, salvo los que cogieron los francos en el primero o el segundo año y tomaron las de Villadiego”, me contaba un gran especulador a escala mundial.
“Por qué retornos y pérdidas de ese calibre? Porque la IA se fundamentan en el fuerte apalancamiento y el uso desmesurado de derivados, entre otras fórmulas matemáticas. En la actualidad son muchos los observadores los que consideramos que éstos han sido causantes relevantes de los grandes desastres financieros. Mira lo que pasó en la crisis del rublo, cuando Rusia suspendió pagos. Un fondo de alto riesgo LTCM, gestionado por los prohombres de la época, la mayor parte con cargos anteriores en la Reserva Federal de Estados Unidos y en los grandes bancos de inversión, causaron la tragedia”, decía.