En alguna ocasión hemos explicado en estas páginas que los inversores de largo plazo tienen que fijarse en factores de largo plazo para estudiar sus potenciales inversiones en los mercados. Entre esos factores estructurales está el demográfico. La población de un estado es un factor vital de su economía. Una población dinámica, joven, creciente, genera un consumo interno dinámico y creciente. Y al contrario. Es por ello por lo que los gestores de ciclo estudian con tanto detalle los posibles cambios demográficos a nivel global.
Bien, pues señalado esto, hay un hecho que está llamando mucho la atención entre los estudiosos de estos movimientos poblacionales, y es la fuerte caída en la natalidad de China, Veamos unos datos:
En 2018 nacieron menos bebés en China que en 2017.
En 2017 ya habían nacido menos bebés que en 2016.
Estos datos no significan que la población de China esté empezando a disminuir, sino que está envejeciendo y rápido. También significa que el gobierno chino ya no puede manipular la fertilidad con políticas pro natales contundentes. Las razones de la caída son demasiado profundas.
La fertilidad en China comenzó a disminuir, y rápidamente, a fines de la década de 1960 , mucho antes de 1980, año en que el gobierno implementó oficialmente la política de un solo hijo. Al igual que en otros países, las razones incluían una mejor supervivencia de los bebés y niños, y una mayor participación de las mujeres en la fuerza laboral. Y los factores que están reduciendo la fertilidad hoy en día, como la urbanización masiva , la mayor riqueza y más opciones para las mujeres, están aquí para quedarse.
Varias décadas de migración interna han traído 500 millones de personas a las ciudades. Seis de cada 10 chinos viven ahora en áreas urbanas, en comparación con 2 de cada 10 hace de hace cuatro décadas. En 1990, solo el 3 por ciento de los chinos en edad universitaria asistían a la universidad; en 2015, el número era más del 40 por ciento para los hombres y el 45 por ciento para las mujeres. Hoy en día, las mujeres chinas, armadas con nuevos conocimientos, que viven independientemente en ciudades vibrantes y decididas a perseguir sus propios objetivos, tienen menos probabilidades que las generaciones anteriores de dejar que sus decisiones personales y reproductivas se vean influenciadas por la presión del estado o de sus familias. En 1990, prácticamente todas las mujeres en China se casaron a la edad de 30 años, según los datos oficiales del censo. En 2015, una de cada 10 mujeres no se había casado a las 30; en Shangai, era una de cada cinco.
Fuente: New York Times