“Las bolsas se mantienen en estos niveles porque los inversores tienen una fe casi religiosa en los Bancos Centrales. Sienten que en el caso de que la situación económica empeore, los Bancos Centrales saldrán al rescate con la medicina mágica de la relajación monetaria y todo se sanará. Eso no será así, y la decepción de los mercados, antes o temprano, será de las que hacen historia”, me comentaba ayer un amigo, importante gestor de un banco de inversión europeo.
El hecho, es que los mercados de valores, sobre todo el de EE.UU., mantiene los niveles en máximos históricos, porque los resultados empresariales justifican de alguna manera esos máximos. Y más que los resultados actuales, las previsiones que los analistas están haciendo para los próximos trimestres. Y justamente está ahí la clave.
Este primer gráfico muestra el crecimiento esperado del beneficio por acción de las compañías que forman el índice MSCI All Country World, que como ven, se prevé que se acelere en los próximos ejercicios.
Sin embargo, los indicadores adelantados como los PMIs, sobre todo en el sector manufacturero, muestran que la ralentización económica en las principales economías del mundo es notable.
“Cualquier cosa que no sea un rápido rebote en la economía global, probablemente dará como resultado ganancias más débiles de lo que implican las previsiones (gráfico 1), lo que a su vez probablemente causaría dificultades a las acciones globales (gráfico 2). Eso es exactamente lo que esperamos que suceda, ya que el crecimiento mundial permanecerá débil durante algún tiempo”, afirma Oliver Jones, economista de Capital Economics.
En resumen, los inversores de todo el mundo descuentan una aceleración de los beneficios empresariales que es poco probable que se produzca dado el escenario de ralentización económica global. Si finalmente las optimistas expectativas no se cumplen, las acciones sufrirán y mucho.